¿Por qué un “Sínodo de la sinodalidad”?
Por el Dr. Humberto José Sánchez Zariñana, S.J. y la Dr. Brenda Mariana Méndez Gallardo. Académico y Directora del Departamento de Ciencias Religiosas en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Del 4 al 29 de octubre de 2023 se celebra en el Vaticano la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, mejor conocida como “El sínodo de la sinodalidad”, por llevar el lema 'Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión'.
Las asambleas sinodales, creadas por Pablo VI en 1965 (en el marco del Concilio Vaticano II), son un órgano consultivo para ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia, formado por obispos de todo el mundo para abordar temas relevantes para la fe de la Iglesia universal. Sin embargo, lo particular de este sínodo, además de poner sobre la mesa una actitud autocrítica y de centrar la discusión en torno a “lo sinodal de un sínodo”, es tanto su organización y disposición como las personas que participan en él.
Mientras que comúnmente a los sínodos asistían obispos de todo el mundo —representantes tanto de las diferentes Conferencias Episcopales, como de Iglesias católicas de rito oriental—, así como cardenales miembros de la Curia, religiosos y laicos, teólogos, investigadores, profesores universitarios, con posibilidad de escuchar y discutir, pero sin voto en las resoluciones arrojadas, en esta ocasión, por primera vez en la historia de los sínodos, se incorpora su voto, con lo que se da mayor relieve al hecho de que entre las personas participantes haya mujeres que, inéditamente, podrán entonces votar sobre lo que se hable en esta asamblea.
El proceso sinodal comenzó desde octubre de 2021 (con un fin de semana de reflexiones en el Vaticano), con la llamada fase diocesana, que duró hasta agosto de 2022, y contempló el trabajo directo en parroquias y diócesis. Posteriormente, de octubre de 2022 a marzo de 2023, continuó la fase continental, que fue coordinada por las conferencias episcopales de los países y regiones donde la Iglesia está presente.
Hay que resaltar que Francisco, el “Papa de la nueva primavera eclesial”, ha llevado este proceso con una metodología nueva: se ha llamado el método sinodal, que implica la participación de todo el pueblo de Dios (papa, obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, agentes pastorales, laicas y laicos de toda condición), cuyo denominador común es el de ser simplemente bautizados en la fe de Cristo, expresada, celebrada y ratificada en la Iglesia comunidad.
La sinodalidad es tan constitutiva de la vida de la Iglesia, que el Papa Francisco afirmó, en su discurso para la conmemoración del 50 aniversario del Sínodo de los Obispos, que “la Iglesia no es otra cosa que el «caminar juntos» de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor”.
Esta metodología ha implicado que en todos los momentos, procesos, discusiones, comisiones y elaboración de documentos, los diferentes miembros estén representados y hayan participado de una u otra manera en este largo pero rico proceso eclesial.
Lo anterior se ve refrendado con la disposición y uso del espacio físico en el que se desenvuelve actualmente el sínodo, donde no hay una tribuna, escenario ni pedestal, por lo que tampoco hay una arena inferior de oyentes, espectadores, “participantes” pasivos que escuchan, asienten o aplauden. Se trata de mesas redondas, todas al mismo nivel.
Las intervenciones en el aula han sido realizadas por actores muy diversos. Sí: como de costumbre, intervienen jerarcas eclesiásticos renombrados, como el Cardenal Jean-Claude Hollerich como relator general o el arzobispo de Juba, Sudán del Sur, Stephen Ameyu Martin Mulla. Toman la palabra teólogos de renombre internacional, como Carlo María Galli, teólogo argentino miembro de la Comisión Teológica Internacional. Pero también han dado su aporte religiosas de distintas congregaciones (la Hna. Maria Grazia Angelini, OSB; la Hna. Gloria Liliana Franco Echeverri, ODN) y laicas y laicos comprometidos en la marcha de la Iglesia, como el Sr. José Manuel de Urquidi González, laico mexicano en representación del Sínodo Digital, o la Sra. Sônia Gomes de Oliveira, presidenta del Consejo Nacional de Laicos de Brasil.
Además de la composición y de la contribución tan diversa de las y los participantes en el sínodo, lo anterior tendrá como telón de fondo el gesto evangélico del pueblo de Dios, en donde todos comen juntos, donde la mesa o comida es universal, donde se crea un espacio de comunicación del Reino para todos; palabra dicha, escuchada y dialogada; comida verdadera para un encuentro personal.
Si de caminar juntos se trata como método, la primera consecuencia de este proceso conjunto y común es la escucha. Por ello, la invitación del Papa al convocar al sínodo sobre la sinodalidad fue consultar al pueblo de Dios, disperso por el mundo y funcionando en las Iglesias locales (ubicadas en contextos y ámbitos vitales distintos en los continentes de todo el mundo), para realizar ese “caminar juntos”, que permita a la Iglesia anunciar el Evangelio (de acuerdo con la misión que le ha sido confiada) y discernir qué pasos el Espíritu la invita a dar para crecer como Iglesia sinodal.
Los frutos de la consulta se recogieron a nivel diocesano y se enviaron a los Sínodos de las Iglesias Orientales Católicas y a las Conferencias Episcopales. Ellos, después de un largo proceso de intercambio, discusión y consenso, mandaron sus resultados a la Secretaría General del Sínodo. Ésta redactó un texto titulado Documento de trabajo para la Etapa Continental (DEC), que fue reenviado a todos los continentes para ser trabajado nuevamente en las Iglesias locales.
De ahí se elaboraron siete documentos (redactados por las Asambleas continentales: Asia, Medio Oriente, América del Norte, América Latina y el Caribe, África y Madagascar, Europa y Oceanía), cuyas conclusiones sirvieron de base para la creación del actual instrumento de trabajo (Instrumentum Laboris), documento que guía las reflexiones de la actual XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
¿Qué se recoge como problemáticas principales que laten en los diferentes continentes y que fueron captadas por los distintos integrantes de las Iglesias locales esparcidas en todos los continentes? Retomamos el nº 4 del Instrumentum Laboris. Los problemas van:
“de las excesivas guerras que tiñen de sangre nuestro planeta y exigen un renovado compromiso para la construcción de una paz justa, a la amenaza que representa el cambio climático con la consiguiente prioridad del cuidado de la casa común; de un sistema económico que produce explotación, desigualdad y ‘descarte’, a la presión uniformadora del colonialismo cultural que aplasta a las minorías; de la experiencia de sufrir persecución hasta el martirio, a una emigración que vacía progresivamente las comunidades, amenazando su propia supervivencia; del creciente pluralismo cultural que marca hoy todo el planeta, a la experiencia de comunidades cristianas que representan minorías dispersas dentro del país en el que viven, hasta la experiencia de enfrentarse a una secularización cada vez más intensa, y a veces agresiva, que parece considerar irrelevante la experiencia religiosa, pero que no deja de tener sed de la Buena Nueva del Evangelio”.
Ahora bien, junto con estas problemáticas de corte más estructural, late en el corazón de muchos creyentes una serie de temas, algunos de ellos muy controvertidos en la Iglesia, cuyo tratamiento y solución son profundamente necesarios y urgentes, como son el celibato opcional en los sacerdotes, el acceso de la mujer al diaconado, la acogida de divorciados y del colectivo LGTBQ+, así como cambios profundos en la estructura institucional de la Iglesia, caracterizada por un sistema jerarquizado, centralista y de inspiración monárquica.
Asimismo, se ha insistido en la importancia de aprender de otras comunidades cristianas —especialmente a través de la práctica ecuménica—, pero también se ha visto la importancia de crear un ministerio específico para el cuidado de los descartados de la historia.
Todo este desarrollo de cosas se efectúa, como hemos dicho, desde la escucha real, que desea garantizar que todos los creyentes puedan participar de alguna manera en el proceso sinodal. Así, el papa Francisco ha convocado a este sínodo a fin de que todos los bautizados construyan una Iglesia más participativa, samaritana, evangélica y abierta. Este caminar juntos, que ha sido presentado con diversas concreciones, es lo que se denomina sinodalidad.
Como creyentes con una dignidad común que proviene de su bautismo y en donde todos son, por parejo, “hijos e hijas de Dios”, todos los sinodales se sienten a la misma altura y comen juntos; con ello, el “sínodo” (syn-hodos, caminar juntos) se hace symposio (comer juntos), a fin de que no sea un caminar por caminar, sino para compartir camino y vida.
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