#REFLEXIÓNIBERO La importancia de la espiritualidad en fin de año con pandemia
Hoy no podemos llamar fin de año, como lo hacíamos antes, puesto que no se desvela ante nosotros una nueva posibilidad… ¿o sí? El año nuevo se acerca normalmente con ilusión y esperanza, pero ahora parece que está más marcado por el miedo y la incertidumbre. La esperanza siempre está unida a nuestro movimiento espiritual. Para ello, me pregunto hoy por la espiritualidad: ¿a qué me invita?, ¿qué sentido tiene?
La espiritualidad solemos unirla a una condición humana individual a la que tengo acceso y es mía. Sin embargo, creemos saber de qué se trata, pero ¿es así? Cada uno de nosotros nos sabemos espirituales, pero ¿cómo podemos distinguir que lo somos? Solemos ver la parte individual nuestra, como mi lugar. Pero ¿es cierto esto?
Algo que sí sabemos y que determina nuestra contingencia espiritual es que formamos parte de una cosmovisión. Somos un sistema de relaciones con nuestro entorno, tanto con las diferentes personas que se encuentran en nuestro alrededor, como con la naturaleza y aquello que nos envuelve de manera invisible y que no podemos separarlo.
La espiritualidad es vista como aquel interior propio donde nos conocemos a nosotros mismo, esto tiene sentido, siempre y cuando al adentrarnos a nuestro interior nos descubramos dentro de esa unidad con los demás, con la naturaleza y con aquel Misterio que contenemos, que nos contiene y que forma parte de nosotros. Si desde ahí visibilizamos nuestra realidad espiritual entonces comprenderemos que la calidad con la que vivamos estas relaciones será realmente nuestra espiritualidad. En esta parte, contamos con instrumentos, como la inteligencia, la voluntad, la afectividad, la imaginación, entre otros. Es este segmento dinámico del cuerpo, que vive en la intimidad, vibra, siente, ve y piensa.
En este tiempo de pandemia, visualizarme frágil y vulnerable está a flor de piel. Todo el tiempo, me permite estar ante la incertidumbre que siempre ha formado parte del ser humano, pero que hemos dejado bien guardada en un cajón. Como se dice, íbamos por la vida de muertito, adonde nos llevara la corriente, pero de repente la corriente fue más rápida, con olas, con mareas rojas. Lo que me mueve a mirarnos como aquello que somos “personas frágiles y vulnerables”. ¿Esto es malo? No, es nuestra realidad, nada más que de muertito no la queríamos ver. Pero existe también otro cajón olvidado y que podemos sacar: el de nuestras posibilidades.
Siempre en el tiempo de fin de año, queremos hacer un recuento de los logros y de lo que perdimos. Este fin de año debemos de sacar a la luz “las posibilidades” que están ante nosotros, pero desde nuestra espiritualidad. Espiritualidad entendida como la parte de nosotros mismos que nos trasciende en el otro, en lo otro y con el Otro. Esto es, descubrir la cualidad de nuestras relaciones que nos vivifican y nos trascienden.
Sobre las relaciones con los demás y con la naturaleza, del principio cosmogénico y cómo estas energías directoras conducen el proceso evolutivo, que obedecen a la dinámica de orden y desorden en la relación, Leonardo Boff deja ver que:
“Simultáneamente y también en la misma proporción se va gestando el tejido de relaciones, de intercambios y de interdependencias de todos con todos (tesis básica de la física cuántica de Bohr/Heisenberg) que funciona como un ritornello en las encíclicas del Papa Francisco Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020). Todo está relacionado con todo, en todos los momentos, y en todas las situaciones. Diferenciación/interioridad/relación es la trinidad cósmica que preside el funcionamiento del Universo. Lo normal del Universo no es la permanencia sino el cambio”, así lo cita Leonardo Boff en Lo cotidiano, la fantasía, el carisma.
Lo cual deja ver que este tejido de relaciones genera fruto, donde emerge un nuevo orden. Siempre estaremos en no-equilibrio, sino en búsqueda de equilibrio. Para ello requerimos de esta parte nuestra, donde se encuentra nuestra imaginación, para llevarnos a la búsqueda de una nueva vida con el abanico de posibilidades ante nosotros, nuevas relaciones, nuevo amor.
Nos habla de la sabiduría de cada uno, para articularlas y construir cierto equilibrio. Para abrirnos al dinamismo de la sabiduría es necesario el uso de la energía interior, desde donde sale la fuerza misteriosa, la energía cósmica que vitaliza. Esta energía la tenemos todos, vale la pena cultivarla, llamarla a brillar. Debemos dejar que acontezca en nosotros, despertar de la comodidad que nos lleva de muertito y potenciar aquello que nos da vida, recreándonos. El miedo provoca impulsos para las cosas buenas nos direcciona a la esperanza, a lo que realmente importa. Es ahí donde encontramos las certezas de nuestro vivir y la dirección de los acontecimientos.
Somos todo eso: seres complejos y contradictorios, históricos y utópicos, prosaicos y poéticos, en fin, una expresión de la Energía Creadora (Bergson) que en nosotros se hace consciente, hasta el punto de identificar a Aquel Ser que subyace a todas las cosas y que sustenta al Universo entero y a nosotros mismos.
Optemos por vivir desde nuestro interior, con aquello que nos habita y capacita para renovarnos en el presente, apuntando a la esperanza y unidad relacional, de la comunidad humana, para este año nuevo 2021.
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