Rinden homenaje a vida de Tatic Eugenio Maurer, el jesuita inculturado tseltal

Vie, 4 Nov 2022
En la IBERO, familiares y amistades recuerdan quién fue el P. Eugenio Maurer Ávalos, S.J (1928-2022).
Bendicen sus cenizas en misa oficiada en la capilla universitaria.
  • Padre Eugenio Maurer Ávalos (Foto: Enrique Carrasco, S.J).
  • Familiares y amistades rindieron, en la IBERO, un ‘Homenaje y memorial a la vida de Eugenio Maurer Ávalos, S.J. (1928-2022)’.
  • A Guadalupe Pérez, su sobrina, él Padre le explicaba la importancia de entrar al mundo de los otros.
  • La Mtra. Sylvia Schmelkes, investigadora de la IBERO y amiga de Maurer durante 50 años, dijo que éste es un referente fundamental entre los teólogos indígenas de Latinoamérica.
  • A la izquierda, el P. Enrique González Torres, exrector de la IBERO, una de las personas que asistió al homenaje.
  • Rigel Sotelo recordó que su padrino Eugenio era “el maestro de las mil lenguas”, ya que saboreaba, en su lengua, los idiomas -el alemán, el francés, el galés, el tseltal-.
  • El Padre Juan Carlos Henríquez Mendoza bendijo las cenizas de Tatic Eugenio.
  • La misa se realizó en la capilla universitaria.
  • Varios familiares ofrecieron unas últimas palabras a su tío Eugenio.

“Con las palabras de mis hermanos tseltales, te deseo a ti y a todos los tuyos, la paz. Que tu corazón y el de todos los tuyos, viva en casa, tranquilo y a gusto, para que goces de una paz completa”.

Eugenio Maurer Ávalos, S.J

Familiares y amistades rindieron, en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, un ‘Homenaje y memorial a la vida de Eugenio Maurer Ávalos, S.J. (1928-2022)’, jesuita inculturado tseltal, que murió el pasado 20 de septiembre.

El Padre Maurer, referente fundamental entre los teólogos indígenas de Latinoamérica, se ordenó sacerdote el 26 de octubre de 1957, llegó en 1972 a la Misión Jesuita en Bachajón y el 15 de febrero de 2016 entregó al Papa Francisco, en Chiapas, la Biblia en Tseltal -la obra más importante en la vida de Eugenio-, que el Sumo Pontífice usó para pronunciar en esa lengua fragmentos de las sagradas escrituras, relató la Mtra. Sylvia Schmelkes, investigadora de la IBERO y amiga de Maurer durante 50 años.

A Eugenio, quien vivió por décadas entre la montaña y la selva, la Chiapas colorida le lloró su muerte, pues fue “un puente para embonar dos culturas”, alguien que se deconstruyó como persona, desmembrando las palabras que encasillan y limitan, “para entrar en el corazón del tseltal, de su percepción y de su manera de vivir”, dijo Amalia Grajales de su tío, el lingüista, filósofo, ingeniero y pensador que supo ser transgeneracional al compartir.

En una carta que le escribió para este homenaje, Doris Ruiz Galindo, egresada de la IBERO que trabajó con Tatic Eugenio en Bachajón, recordó que durante 25 años le vio cada mes, “buscando y aprendiendo cómo dos miradas, la nuestra y la de los tseltales, pueden caminar juntas para encontrar una vida buena”. De él aprendió que la vocación de misionero no es colonizar, sino abrir los ojos, los oídos y el corazón. “En esta aventura, tuve el regalo de caminar contigo…me aceptaste como colega, como hermana”.

A Guadalupe Pérez Rivero, otra sobrina, él le explicaba la importancia de entrar al mundo de los otros; de los tseltales, de la antropología, de la propuesta de educación indígena. Y siempre, estuvo “abierto a un catolicismo abrazador”, añadió su sobrino y homónimo, Eugenio.

A través de un poema que le escribió en castellano y tseltal, Abelino Guzmán, su profesor de esta última lengua y con el que Eugenio pasó 30 años compartiendo palabras, le dijo: “dirigiste tu mirada hacia los discriminados…aprendiste su idioma, cultivaste su lenguaje, no hubo desprecio de su cultura, pues respetaste su manera de ser…Aunque eras rama de otro árbol, amaste a mi pueblo; aunque eras rama de otro río, no despreciaste mi cultura”.

Felipe Jaled Ali Modad Aguilar, su hermano jesuita y vecino de cuarto durante 21 años en Bachajón, recordó que Eugenio y Abelino siempre trabajaban en equipo, y mandó al primero “un gran abrazo hasta el cielo”, cuya presencia “seguirá caminando con nosotros”.

La Mtra. Christa Godínez, académica del Departamento de Ciencias Religiosas de la IBERO, rememoró que el Padre siempre enseñaba tseltal a quien se lo pidiera, que tenía gran interés por la inculturación del Evangelio y que para él fue un regalo de Dios poder participar en el ciclo de actualización sobre espiritualidad ignaciana y ejercicios, en Manresa (España), en la cueva donde San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, tuvo la experiencia profunda que cambió su vida.

Aureliano González Baz, el amigo que lo conoció hace 63 años en El Patria, comentó que Eugenio “no empujaba, educaba un poco; como los tseltales”. Tampoco tenía que ganar todas las discusiones, pero siempre tenía un punto de vista muy interesante. Y Tere, la esposa de Aureliano, sintió que con la muerte del Padre “quedé en orfandad”.

Por último, Rigel Sotelo recordó que su padrino Eugenio, “no veía obstáculos, sino aventuras”, que para él todo era editable y mejorable, que siempre tenía una enseñanza, una anécdota, un chiste, un fragmento de historia.

Además, era “el maestro de las mil lenguas”, ya que saboreaba, en su lengua, los idiomas -el alemán, el francés, el galés, el tseltal-. “Te extraño, pero te quedas, en todas tus enseñanzas, que pasaremos por generaciones; en tu obra, que seguirá cambiando vidas; y en los corazones de todos quienes te quisimos”.

Como parte del homenaje a la vida de Maurer Ávalos, los padres Juan Carlos Henríquez Mendoza y Enrique González Torres concelebraron una misa, al término de la cual, el primero bendijo las cenizas de Tatic Eugenio.

Texto y fotos: PEDRO RENDÓN

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IN MEMORIAM Eugenio Maurer Ávalos, S.J., un erudito de la lengua tseltal

 

 

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