Soledad, estado que puede jugar a nuestro favor: docentes IBERO

Jue, 3 Jun 2021
La soledad puede jugar a nuestro favor si le quitamos el ingrediente negativo y tomamos medidas prácticas
En Reino Unido y Japón, por ejemplo, se han creado ministerios encargados de entender y combatir la soledad
  • La soledad puede acercarnos más hacia lo que somos y descubrir habilidades que parecían estar enterradas (Pixabay).

En 2018, la entonces primera ministra de Reino Unido, Theresa May, anunció la creación del Ministerio de la Soledad. Un estudio arrojó que 9 millones de británicos eran afectados por esta condición, lo que llevó a la funcionaria a calificar a la soledad como un asunto de Estado.

Ante un repunte en los suicidios en el contexto de la pandemia por COVID-19, el gobierno japonés decidió nombrar a Tetsushi Sakamoto como ministro de la soledad. Su función será revisar las estrategias gubernamentales para abordar este problema ante el aislamiento social.

En diciembre de 2020, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) hizo un llamado a los gobiernos de las Américas, ya que la pandemia por COVID-19 exacerbaba los factores de riesgo de suicidio por el aumento de la angustia, la ansiedad y la depresión.

En una entrevista para la Deutsche Welle, el jefe de Salud Mental de la OPS, Renato Oliveira, dijo que la soledad se ha convertido en una epidemia silenciosa, con riesgos para la salud mental y física de la región. “Es parte de un fenómeno global, y nos preocupa especialmente debido a la pandemia”.

Ya en 2019, el INEGI alertaba sobre la situación entre los adultos mayores, pues en México había 15.4 millones de personas de 60 años o más, y de esta cifra 1.7 millones vivían solas. De ese universo, 41.4% eran económicamente activas, y el 69.4% presentaban alguna discapacidad.

"En México, las personas de 60 años o más que viven solas se exponen a vulnerabilidad, debido a que no cuentan con una red familiar que las apoye en un momento de su vida donde su salud o sus condiciones económicas pueden ser precarias", se lee en un comunicado del organismo

Aunque la mayor parte de los estudios sobre la soledad que se pueden hallar en internet hablan de un problema centrado en las y los adultos mayores, el fenómeno de la soledad también se está haciendo presente en los grupos jóvenes, aunque en otro sentido.

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La soledad por elección

Según la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), durante la última década (2010-2020) la media de personas que integran los más de 194 millones de hogares en el continente es de 2.3; mientras que en Suecia es de 1.5 individuos, es decir, prácticamente viven solos, y el promedio de edad para abandonar el hogar familiar es de 16.1 años.

En una nota publicada por la BBC, se explica que este deseo por dejar el nido familiar se da por el interés genuino de crear individuos independientes y en parte se debe al fuerte Estado de bienestar que les permite seguir con esta ‘cultura del individualismo’. Sin embargo, también pueden existir problemas de madurez mental y ‘soledad emocional’.

En nuestro país, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, el 13% (más de 4.5 millones) de los hogares son 'no familiares'. De este universo, 95 de cada 100 hogares son unipersonales.

A decir de la Dra. Silvia Sánchez Ochoa, académica del Departamento de Psicología de la IBERO, la soledad tiene una complejidad subjetiva importante, ya que a veces nos sentimos solos, aunque estemos acompañados, y otras veces estamos plenos con esa decisión.

La soledad autoimpuesta es cuando elegimos estar solos en forma voluntaria, es decir, cuando decidimos aislarnos de otras personas por alguna razón. Esta soledad no nos produce sentimientos negativos, ya que está asentada en una decisión personal, y sabemos que podemos regresar a convivir con otros en cualquier momento.  Este tipo de soledad la buscamos porque nos gusta estar con nosotros mismos y la contemplamos como un espacio de autoconocimiento y de silencio. La soledad obligada es cuando no tenemos alternativa, es decir, es irremediable”.

La especialista en desarrollo humano explica que, durante la pandemia, muchas personas han experimentado la soledad sin buscarla, es decir, han tenido que vivir solas, sin poder ver a sus seres queridos. El aislamiento involuntario puede producir sentimientos de tristeza y depresión, problemas de salud física y emocional y sentimientos de abandono.

“Los coreanos denominan corona blues el estado depresivo que se ha propagado durante la pandemia del COVID-19. Evidentemente, sin contacto social, se agudizan los estados depresivos que ya eran considerados, antes de todo esto, una de las pandemias emocionales de este siglo”, detalla la investigadora de la IBERO.

Por su parte, el Dr. Juan Carlos Hurtado Vega, psicoterapeuta de la Clínica de Bienestar Universitario (CBU) de esta casa de estudios, afirma que la capacidad para estar a solas es una de las señales más claras de madurez emocional. Es un logro de las personas a lo largo de su desarrollo, pues implica estar en posesión de mecanismos psicológicos sofisticados, avanzados y fuertes.

La soledad autoimpuesta, comenta, puede obedecer a causas religiosas (en los retiros espirituales, en las personas enclaustradas), a causas creativas o deportivas (para concentrarse, para descansar), pero también puede obedecer a fobias y/o inhibiciones. En estos casos, la soledad aparentemente es una decisión que se impone la persona, pero es una decisión que sirve para huir de un estímulo aversivo o para evitarse la sensación de vergüenza o humillación.

“Es decir, la soledad autoimpuesta puede representar un retraimiento de los seres humanos, ya sea por una sensación de incapacidad para hacer vida social, o por una autoimagen de poca valía ante los demás”.

Mientras que la soledad obligada se vive casi siempre como un castigo. “No por nada el apartar de la vida social a las personas es el objetivo del encarcelamiento. La soledad obligada es vivida entonces como un atentado contra la libertad, como si se restringiera la capacidad que tiene uno para decidir por sí mismo”.

Ha sido muy duro el aceptar de forma madura que, ahora en pandemia, se tengan que restringir voluntariamente nuestros espacios sociales de convivencia por nuestro propio bien. Hay cierta inmadurez en la idea de que las medidas de resguardo son un castigo que, preferentemente y si se da la oportunidad, hay que evadir.

Por otra parte, el experto asegura que en tiempos de pandemia hemos vivido la invasión de los espacios compartidos. Es muy posible que este factor haya provocado un aumento de la irritabilidad al interior de las familias, pues se han transgredido los límites físicos, lo que ha anulado los espacios de soledad, intimidad o para poder pensar, crear o trabajar.

“Si puedo estar solo sin sentirme triste o angustiado, sin ponerme en peligro, tolerando el aburrimiento, sin recurrir al abuso de sustancias para llenar mi vacío emocional, o sin que sienta que tengo que huir de los otros, es porque tengo cierta fortaleza mental”.

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Redes sociales, la sustitución de la comunidad

De acuerdo con el informe Digital 2021, elaborado por Hootsuite y We Are Social, la pandemia provocó que 490 millones de usuarios nuevos se unieran a redes sociales en el mundo en 2020, es decir, un 13% más que el año previo; mientras que México sumó 100 millones de nuevos usuarios; esto por la transición de las actividades cotidianas al espacio de los hogares, tras el confinamiento establecido en el mundo.

Si bien el acceso a teléfonos móviles y la penetración de internet habían facilitado el nacimiento y uso de redes sociales, lo cual modificó la forma de relacionarnos, en el contexto de la crisis sanitaria éstas tuvieron especial relevancia para mantener el contacto con el exterior y circunscribir las actividades diarias a las pantallas.

Sin embargo, lo importante será salir de esos espacios que sustituyen las relaciones interpersonales y evitan el desarrollo de habilidades de interacción con otras personas. La clave está en reaprender a vivir en el mundo, con todos los cuidados necesarios, y entender que la realidad no es lo que sucede a través de los smartphones, las computadoras o pantallas inteligentes.

De acuerdo con la Dra. Silvia Sánchez, el peligro de las redes está, precisamente, en la facilidad en la que llevan a algunas personas a incrementar su individualismo y a perder el sentido de comunidad.  “Los medios digitales, pueden ‘adormecer’ a las personas.  Veíamos y vemos a jóvenes y adultos desperdiciar horas viendo lo que otras personas publican sin tener ningún tipo de interacción”.

La experta en comunicación asertiva expresa que a través de las redes no necesariamente creamos comunidad, más bien la sustituimos. “Tampoco nos ayudan a desarrollar habilidades sociales, ya que para lograrlo necesitamos tener algún grado de interacción en vivo con los demás, dialogar con ellos y resolver los conflictos que se generen”.

Y es que los vínculos sociales significativos permiten a las personas ser felices o estar en plenitud, de acuerdo con la psicología humanista y la psicología positiva, pues nos “escuchan cuando estamos en situaciones difíciles y nos pueden apoyar en momentos de crisis. Compartir con los amigos, disminuye el estrés y nos fortalece a nivel emocional. De hecho, diversos estudios muestran que las personas que cuentan con fuerte apoyo social son más sanas y viven más”.

Para Hurtado Vega, “el desafío de la convivencia con otras personas, con todo lo bueno y malo que conlleva, no se acaba por el hecho de quedarse encerrado en un cuarto, aparentemente, a salvo. Se necesita de los demás para vivir, para desarrollarse y para ser auténticamente feliz. Solamente al compartirla, se puede hablar de una felicidad genuina, entre personas emocionalmente sanas”.

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La soledad, a nuestro favor

En Corea del Sur se da otro caso de actitud frente a la soledad. El honjok o tribus de uno solo, como su nombre lo indica, busca hacer vida en solitario. Su esencia se basa en el rechazo a los valores impuestos por la sociedad y la cultura, y disfrutar de la soledad y reflexionar lo que somos como personas. La elección de estar solo, en este sentido, tendría un aspecto positivo.

Este movimiento, surgido antes de la pandemia (2017), exploraba la posibilidad de entender y dar significado a la vida a través de la soledad. Fue una afrenta, principalmente, al sistema colectivo surcoreano y a la obligación de casarse y formar una familia; pero también un rechazo a basar el éxito en tener un buen trabajo o cumplir con estándares de belleza establecidos.

Para que juegue a nuestro favor, los especialistas de la IBERO explican que es preciso entender que la soledad no tiene una connotación negativa y que forma parte de un ejercicio de reconstrucción interna. Es la posibilidad de conocernos y descubrir aspectos que a veces se esconden por la velocidad con la que vivimos.

“Estar solo no tendría que vivirse como un castigo. Vivir no significa solamente desarrollarse y expresarse en el exterior, en la vida gregaria. Hay espacios interiores, individualizados, hay una vida emocional interna, privada, que también ofrece sensaciones de profundidad, de aprendizaje, de creación. La soledad no tiene por qué matarnos”, dice el Dr. Hurtado Vega.

Agrega que es en la soledad donde desarrollamos contenidos, emociones y recursos para poder estar con otras personas. “En la soledad, hallamos lo que vamos a compartir en la convivencia con los demás. Uno puede entrenarse para ir tolerando momentos en que nos toca estar solos. Por lo tanto, debemos concluir que, como todo en esta vida, también a estar solo se aprende”.

Por su parte, la Dra. Sánchez Ochoa afirma que cuando buscamos estar solos lo hacemos porque disfrutamos de nuestra propia compañía y libertad. Vivir y viajar solos nos lleva a asumir la responsabilidad por nosotros mismos y por nuestras decisiones. “Ahora bien, cuando la soledad es obligada y no deseada, es necesario aprender a convivir con ella, aceptarla y tolerarla, evitando que nos genere ansiedad y estrés”.

Cuando la soledad es obligada, podemos lidiar con ella manteniéndonos en contacto con otras personas, tener rutinas saludables, alimentarnos bien, romper con la monotonía incluso dentro del hogar, planear actividades semanales, inscribirnos en algún curso o actividad donde podamos ‘convivir’ con otros y otras. “Y, sobre todo, recordar que estar solos es una excelente manera de reencontrarnos con nosotros mismos y de cambiar nuestras formas de vida”.

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