Cinco enseñanzas ignacianas

Vie, 16 Ago 2024
San Ignacio de Loyola nos ha dejado enseñanzas valiosas, a la vez antiguas y nuevas, sobre todo en sus Ejercicios Espirituales
Contra el espíritu sectario que a veces nos domina, cuando decimos: “¿Esa opinión viene de uno del otro partido? Entonces no la podemos aceptar”… Contra ese mirar el mundo “en blanco y negro”, el Maestro de Loyola ofrece su “presupuesto ignaciano”
El presente se distingue por el culto a la acción: no se contrata a alguien por ser “contemplativo”, sino por “proactivo”; ¡de cuántas cosas nos perdemos por estar volcados a la acción!, y ¡qué vacíos quedamos cuando sólo “cumplimos” sin haber disfrutado
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Por: Dr. Jorge Fernando Heredia Zubieta, académico del Departamento de Ciencias Religiosas de la IBERO

Cinco enseñanzas ignacianas:  Como aquel escriba convertido al Reino de los Cielos, que va sacando de su arcón cosas nuevas y cosas antiguas (Mc 13,52), así el Maestro Ignacio nos ha dejado enseñanzas valiosas, a la vez antiguas y nuevas, sobre todo en sus Ejercicios Espirituales, base de nuestra pedagogía:

  1. Salvar la proposición del prójimo Contra el espíritu sectario que a veces nos domina, cuando decimos: “¿Esa opinión viene de uno del otro partido? Entonces no la podemos aceptar”… Contra ese mirar el mundo “en blanco y negro”, dividiendo entre amigos y “adversarios”, donde por supuesto nosotros nos creemos dueños de la verdad y a los demás en el error, el Maestro de Loyola ofrece su  “presupuesto ignaciano”: “Para que así el que da los ejercicios espirituales, como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen, se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende; y, si mal la entiende, corríjale con amor…” (EE, 22).

  1. Como el fiel de la balanza– Contra ese espíritu tan extendido de “dar consejos”, y decir a los demás lo que deben hacer, el Mtro. Ignacio entiende que, por encima de su pequeña sabiduría, existe una Sabiduría mayor, la del Creador que se comunica directamente con su criatura, enseñándola, así lo experimentó personalmente, “como un maestro de escuela a un niño”. Por eso invita a: “que el mismo Creador y Señor se comunique al alma devota suya, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola para el modo de vivir en que mejor podrá servirle en adelante. De manera que el que los da (los Ejercicios) no se decante ni se incline a una parte ni a otra, sino estando en medio como el fiel de la balanza, deje obrar, sin intermediario, al Criador con la criatura y a ésta con su Criador y Señor.” (EE, 15). Hay aquí un profundo respeto por cada persona, porque cada uno somos “interlocutores directos” de las mociones divinas… Por eso nadie se ha de interponer en este diálogo, nadie puede imponer lo propio, sino dejar el paso libre al mensaje divino.

  2. «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios» – (cf. Pedro de Ribadeneyra, Vida de san Ignacio). Contra ese espíritu de dejadez que a ratos nos invade, contra el “ahí se va” de la improvisación como estilo de vida, asumir la propia responsabilidad de “hacer todo como si sólo de mí dependiera”, y algunos llegan a decir incluso “como si Dios no existiera”, como si El no fuera a “meter la mano” por nosotros, para que todo lo tengamos previsto, para que hagamos por nuestra parte lo más (magis) que podamos, pero a la vez, en nuestro mismo actuar, creer que todo depende de Dios, “dejar a Dios ser Dios”, sabiendo que de Él-Ella solo depende el resultado final, así como el hijo o la hija pequeños confían en quien los ha de sacar adelante… Que esta convicción nos sostenga en el trabajo diario, especialmente en las situaciones difíciles.

  3. Ser “Contemplativos en la Acción” – El tiempo presente se distingue por su culto a la acción: no se contrata a un empleado por ser “contemplativo”, sino por “proactivo” y con iniciativa… Se alaba al hombre de negocios, a aquél que se niega al ocio… Sin embargo, ¡de cuántas cosas nos perdemos por estar totalmente volcados en la acción!, y ¡qué vacíos nos quedamos por dentro cuando sólo “cumplimos” con lo ordenado, sin haberlo comprendido o disfrutado!  A diferencia de otros carismas que eligen “la vida contemplativa” o “la vida activa”, el Mtro. Ignacio retoma el antiguo consejo de San Benito: “ora et labora”, o como reza el dicho: “a Dios rogando y con el mazo dando”… Y es que el cristiano está llamado a ubicarse entre Marta (siempre afanada en las tareas pendientes) y María (sentada a los pies de Jesús para escucharlo), a unir contemplación y acción: “Acoger el Verbo dándose al servicio. Vigilar Su Ausencia, gritando su nombre. Descubrir Su rostro en todos los rostros. Hacer del silencio la mayor escucha. Traducir en actos las Sagradas Letras. Combatir amando. Morir por la vida, luchando en la paz. (…) El difícil todo, que supo escoger la otra María” (Pedro Casaldáliga).

  4. “No el mucho saber harta y satisface el ánima… sino el sentir y gustar de las cosas internamente” (EE, 2) – En nuestro tiempo, afortunadamente, ya existe “San Google”, el You Tube y la I.A. que vienen en nuestro auxilio para tenernos bien informados… Ha pasado de moda aquel conocimiento enciclopédico del “Dr. I.Q.” que confundía la inteligencia con la memoria para responder acertadamente hasta las preguntas más inútiles o efímeras… Pero se hace más difícil que antes “ir a lo esencial” y a ratos nos perdemos en esa nube de la información, que más que orientarnos, confunde...  Una vez que encontremos el “tesoro escondido”, tendríamos que volver a enterrarlo, correr a comprar aquel campo para hacerlo propio y luego poder disfrutar de aquel tesoro (Mt 13,44). Tendríamos que recuperar aquel espíritu que va a lo esencial, que encuentra al Señor “en todas las cosas”, y a través de ese Encuentro, es capaz de, como dice nuestro lema: «En todo amar y servir» [EE 233].

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