Obras de arte no son objetos pasivos que deban ser observados a velocidad en museos: Guillermo Torres Llopis
Las obras de arte no son objetos pasivos en los museos que deban ser observados a velocidad, pues representan un acto de comunicación y necesitan un interlocutor, a pesar de que vivimos en un mundo en el que nuestro modo de ver la vida se ha simplificado y nos ha privado de la contemplación, la retención y el aprendizaje, afirmó Guillermo Torres Llopis, profesor retirado de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Aragón.
Durante la conferencia "Semántica y retórica de la imagen en la conservación de obras de arte", realizada por el Departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana (IBERO), el especialista apuntó que la restauración debe ser una actividad dialéctica, en la que los profesionales de la conservación del arte deben tener la idea de la mínima intervención, un horizonte con el que se deben enfrentar con honestidad y humildad.
"Restaurar una obra bajo protección administrativa implica no solo desmantelar, sino dialogar con la obra, entendiendo su historia material y simbólica. Este diálogo debe ser respetuoso, evitando imponer una visión externa que desvirtúe su esencia, lo que se refleja en la necesidad de una intervención mínima, principio que implica conservar estrictamente lo necesario sin aportar elementos nuevos que alteren el contexto de la obra", explicó.
Durante su exposición, Torres Llopis señaló al estudiantado de la carrera de Filosofía de la IBERO que tras la intervención, conservación o restauración de un bien cultural (pintura, retablo, edificio arquitectónico), nunca volverá a ser lo que hasta entonces había sido, por lo que la restauración es una actividad interdisciplinar donde lo importante es adoptar un enfoque holístico.
¿Qué se debe contemplar en las obras de arte?
“El diálogo propuesto para contemplar las obras de arte debe tomar en cuenta sus rasgos formales, su dimensión material, sus características plásticas, su contexto histórico y cultural, su entorno humano y medioambiental, su trayecto existencial y sus valores inmateriales. La conservación del patrimonio histórico está sometida en todos los países a una serie de principios teóricos reconocidos por la UNESCO”, precisó.
Además, el académico señaló que las lagunas o faltantes en las obras de arte no siempre deben ser reparadas, ya que a menudo, aportan una intensidad expresiva que sería irremplazable. En este sentido, expuso que la integración cromática debe mantener visible la laguna, amortiguando su impacto visual sin introducir una alteración que distorsione la visión del artista o la haga irreconocible para poder apreciarla.
Resaltó la complejidad del entorno de las obras de arte, como en el caso de los retablos góticos o renacentistas, que no son simplemente fondos o decoraciones, sino reflejos de una cosmovisión basada en proporciones geométricas que los ensambladores de aquella época creían representar sobre el universo, por lo que, en su conservación, resulta crucial entender cómo se interrelacionan estos elementos para respetar tanto la técnica como los componentes originales.
Asimismo, el especialista español indicó que el restaurador debe ser sensible a los valores estéticos y simbólicos de los materiales, como el oro y la plata, que detentan un significado comunicativo en la obra; o los detalles técnicos, que muestran la importancia de mantener la obra lo más fiel posible a su estado original.
"Debe evitarse una simplificación que despoje a la obra de su riqueza visual y simbólica. Un ejemplo es el barnizado, que puede distorsionar la percepción original de los colores, haciendo irreconocible la iconografía. En estos casos, es mejor actuar con moderación, buscando proteger la obra sin imponer una unificación cromática que desvirtúe su diversidad estética.
Torres Llopis refirió que la conservación debe ser vista como un diálogo entre el restaurador y la obra, en el que ambos reciben y transmiten mensajes, pues a lo largo de la historia, las revelaciones sobre las obras surgen de las manos de personas de diversas disciplinas, lo que resalta la importancia de mantener una visión abierta e integradora en la conservación.
"Todo está interconectado, hay que dialogar con la obra, tratarla como interlocutor, pues nos está transmitiendo un mensaje que no podemos interpretar con facilidad. Tenemos que intentar entender el laberinto estético de cada obra y poner en juego las posibilidades de la comprensión, mantener abiertas todas las posibilidades del conocimiento. Todo es válido y hay que ser receptivos", concluyó.
Texto: Luis Reyes Foto: Firefly
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