Lo que popularmente se conoce como “la cuna del narcotráfico” se convierte aquí en una de las etnografías más importantes de la actualidad, precisamente porque desactiva esa mirada moralizante y se concentra en comprender la vida diaria de sus habitantes.

El 25 de noviembre, con la sala llena, la antropóloga francesa Adèle Blazquez presentó en la IBERO CDMX su libro Amaneció un muerto. Antropología de la vida cotidiana en Badiraguato, resultado de dos años de trabajo de campo en una región marcada por el estigma y la simplificación.

La investigación que está en la base de este libro fue desarrollada en el marco del Doctorado en Antropología del École des Hautes Études en Sciences Sociales (Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales) de Paris, donde el actual Coordinador del Posgrado de Antropología Social de la IBERO, Yerko Castro Neira, participó como Co-Director de la Tesis.

Durante la presentación, se retomó la forma en que Badiraguato ha sido descrita durante años: tierra de “gente mala” o “violenta”, y, según otras narrativas, de “gente buena y trabajadora”.

Esa oscilación revela cómo la imagen pública del municipio suele reducirse a un juicio moral. El libro propone una perspectiva distinta: en lugar de explicar o justificar, muestra cómo se vive en un lugar donde una parte central de la economía —la producción de goma de heroína— es ilegal y donde la violencia no es abstracta, sino parte del día a día.

Blazquez retrata un territorio vigilado en todos sus niveles: caminos y accesos controlados, halcones fijos o motorizados, retenes y hasta cámaras en tumbas.

Sin embargo, la estrategia de supervivencia más extendida no es tecnológica, sino social: el rumor, que permite medir la cercanía del peligro, saber quién murió, por qué y hasta dónde puede alcanzar una venganza.

Como señala Claudio Lomnitz en la introducción, en Badiraguato la “tranquilidad” no depende de las cifras, sino de la capacidad de saber moverse.

La obra está organizada en capítulos que son acciones de la vida cotidiana: trasladarse, estar ahí, salir adelante, cercar, robarse a una mujer, matar.

A través de ellas, la autora sigue a diez personas, mostrando cómo se negocia la tierra entre ejidos y cercos, cómo opera la violencia de género dentro de redes de poder y cómo incluso la presencia militar —supuestamente destinada a erradicar cultivos— participa en acuerdos y prácticas que permiten sobrevivir sin caer en la ruina.

Lejos de los relatos que reducen la región a una disputa entre “cárteles” y “Fuerzas Armadas”, Amaneció un muerto revela un mundo complejo y cotidiano, donde las decisiones se toman según el parentesco, la economía local y la distancia social frente a la violencia.

El libro confirma el valor de la etnografía: estar, escuchar y observar, incluso cuando “no pasa nada”, para comprender la vida desde adentro y sin imponer categorías externas.

Traducida del francés por Álvaro Ruiz Rodilla, la presentación contó con la participación de Joel Trujillo y del Dr. Castro, ante un público que llenó por completo la sala.

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