En la IBERO, jefe de primera expedición mexicana al Himalaya cuenta esta historia

Mar, 9 Mayo 2023
El Mtro. José Manuel Casanova presentó su libro ‘El destino de un caminante. Historia de un montañista mexicano’.
  • José Manuel Casanova, jefe de la primera expedición mexicana al Himalaya.
  • Casanova presentó en la IBERO su libro ‘El destino de un caminante. Historia de un montañista mexicano’.
  • El Dr. Luis Guerrero Martínez, académico del Departamento de Filosofía, invitó al unamita a visitar nuestro campus.
  • En una época, José Manuel impartió cursos básicos de escalada en roca.
  • Como entrenamiento para los Himalayas, llegaron las expediciones al extranjero.
  • Aquí, en una de las expediciones a las más altas montañas del mundo.
  • Este certificado avala que alcanzaron la cumbre del Monte Kanchenjunga.
  • Memorial en honor de Alfonso Medina y Hugo Saldaña, mexicanos que fallecieron en el Kanchenjunga.
  • "Su pensamiento vagó libremente por el pasado, sin preocuparse por el tormento presente, ni del incierto futuro”.

“En esos minutos, o quizás breves instantes, hizo un recuento de su vida, de los bellos momentos, de sus escaladas de juventud, de sus expediciones a las altas montañas del mundo... Había vivido plenamente la vida, porque el vivir, él sólo podía entenderlo de esa forma”.

Eterna estancia en la montaña. Casanova -dedicada a sus compañeros caídos-.

En el marco de los festejos por el 50 aniversario de su autonomía (obtenida en 1929), a finales de los años 70 la UNAM decidió organizar la primera expedición mexicana al Himalaya, en específico al Kanchenjunga, la tercera montaña más alta del mundo (8,586 metros sobre el nivel del mar).

El honor de convertirse, en 1980, en el Jefe de esos expedicionarios, recayó en el Mtro. José Manuel Casanova Becerra -egresado de la UNAM-, autor del libro El destino de un caminante. Historia de un montañista mexicano, donde narra todos los preparativos para aquella travesía.

En esta obra, que presentó en la IBERO por invitación del Dr. Luis Guerrero Martínez, académico del Departamento de Filosofía -aficionado al montañismo-, Casanova refleja “el espíritu de hacer montaña”, consideró el primero, para quien José Manuel “tiene el peso de la historia en un doble sentido”; como historiador, la profesión que estudió; y al ser, desde los años 70, testigo vivencial de la historia del alpinismo en México.

Al comenzar la retrospectiva de su vida, Don Manuel contó que proviene de una familia de montañistas, y su padre fue el encargado de enseñarle “el camino de la montaña” y el respeto por la misma y la naturaleza -como miembro de un grupo de montañismo ha sido invitado con éste, en varias ocasiones, a sembrar árboles-.

Entre los 12 y 14 años se involucró en la escalada en roca (de paredes), por lo que iba al cerro del Chiquihuite cada fin de semana. A los 15 optó un poco más por el montañismo y comenzó a subir al Pico de Orizaba y al Iztaccíhuatl. Posteriormente, ingresó a la Escuela Nacional de Montaña, donde conoció “a grandes personajes”, como Santos Castro y Juan Medina; ésta “fue una etapa de crearse una idea hacia el futuro”.

Después, empezó a impartir cursos básicos de escalada en roca, y tuvo la idea de erigir en la UNAM la Asociación de Montañismo, para la cual, junto con otras personas, creó los estatutos, reglamentos y el acta constitutiva. Ya cuando era profesor universitario -en la máxima casa de estudios-, formó la Escuela de Montañismo de la UNAM; y diseñó cursos como ‘Introducción al montañismo’, donde se enseñaba cómo caminar, cómo acampar, cómo hacer escalada y ascensiones al Popocatépetl.

Y, como entrenamiento para los Himalayas, llegaron las expediciones al extranjero: al Chimborazo, un volcán en Ecuador que supera los 6 mil metros; a las Montañas Rocallosas de Canadá, de las más técnicas dentro del alpinismo; y al Monte Salcantay en Perú, al que fue en la primera expedición latinoamericana -y que entonces tenía sólo 13 ascensos mundiales-, donde conoció “la técnica más depurada para ir al Himalaya”, cuando unos yugoslavos le sugirieron su ruta para llegar a la cumbre, y donde hizo su primer vivac -dormir sin tienda de campaña y en una pared-.

Como antesala al Himalaya, fue al Monte McKinley -Alaska- que, al ser la montaña más fría del mundo, le implicó a él y resto de su expedición crear una logística muy sofisticada. Tras recibir de parte de la UNAM el financiamiento necesario para comprar el mejor equipo, consiguió éste en Seattle, Estados Unidos.

Adquirida la experiencia necesaria y realizados los entrenamientos requeridos, José Manuel Casanova y sus compañeros montañistas partieron al Monte Kanchenjunga, llevando ocho toneladas de equipo, carga que lograron reducir, con ingenio mexicano, al llevar chivos amarrados para luego comérselos -y así no cargar comida para los tres meses de expedición-.

En aquel monte estuvieron mes y medio en un campamento base situado arriba de los 5 mil metros, y establecieron el campamento más alto en la historia del montañismo mexicano, a 7,800 metros. Luego, alcanzaron la cumbre, así como la tragedia les alcanzó ellos, pues el último día murieron dos de los montañistas mexicanos: Alfonso Medina y Hugo Saldaña.

Así, como redactará con su prosa poética en Eterna estancia en la montaña, José Manuel Casanova encontró que, en la IBERO, “su pensamiento vagó libremente por el pasado, sin preocuparse por el tormento presente, ni del incierto futuro”.  

Texto y fotos: PEDRO RENDÓN

 

 

 

 

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