“Hoy estamos llamados, en este inicio de curso, a dar lo mejor de nosotros, pero a partir de la alegría y la esperanza”, dijo el Padre Saúl Cuautle Quechol, S. J., Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, al encabezar la Misa de reencuentro y fraternidad, celebrada en la explanada central del campus de la IBERO.

En la ceremonia religiosa, que también se transmitió por el Facebook y el canal de YouTube de la IBERO, el P. Saúl recordó a la comunidad universitaria, durante su homilía, que “llevamos meses trabajando y enseñando en la distancia”, durante el confinamiento, que ha impedido usar las instalaciones de la Universidad “y aprovechar los medios que tenemos a nuestro alcance para realizar con mucho cariño la misión que se nos ha encomendado”.

Mencionó que el estar vacunados llena de esperanza, al saber que se puede tener más protección ante la enfermedad (COVID-19), pero las nuevas variantes que circulan en diferentes lugares hacen pensar que en las circunstancias actuales “nos es difícil continuar con nuestra misión”, la de formar integralmente a las y los alumnos de la IBERO, y así contribuir a la construcción de una sociedad más justa, solidaria, libre, incluyente y pacífica, mediante el poder transformador de la docencia, la investigación, la innovación y la vinculación.

Pero, al mirar lo que ha hecho en estos meses cada estudiante, docente, investigador/a y el personal administrativo, el Rector no dudó en afirmar que, en los próximos meses, sean los escenarios que sean o la realidad que se tenga que enfrentar, “seguiremos cada uno de nosotros, cada uno de los que conformamos la comunidad universitaria IBERO, estando a la altura de las circunstancias, tal como lo hemos venido haciendo todas y todos”.

El Padre Cuautle también comentó que quienes integran la Universidad no serán como el siervo de la parábola del Evangelio, a quien le fue entregado un talento y lo escondió en la tierra porque tuvo miedo. Y es que, para el Rector, “el miedo no debería de ser nuestra actitud”, pues como buenos herederos de San Ignacio, "estamos llamados a dar frutos”. Es así que, “nuestra misión en la vida no deberá de estar movida por el miedo, o paralizarnos por la desconfianza o la sospecha; esa no debe de ser nuestra actitud”.

“Los tiempos que vivimos son difíciles y complejos, pero como hombres y mujeres, la fe que tenemos, lo que está verdaderamente en nuestro corazón, es la confianza que se nos ha depositado y que se nos ha entregado directamente de Dios, y esa confianza nace porque también nosotros tenemos la confianza de que Dios nos ayudará a sacar adelante todas las cosas que tenemos, como educadores, como papás, como amigos, como parte de una comunidad, como personas que tenemos clara nuestra misión”.

Recordó también, a propósito del miedo, que el Padre Pedro Arrupe (otrora Prepósito General de la Compañía de Jesús) alguna vez dijo: ‘No tengo miedo al mundo que surge; temo más bien que tengamos poco o nada que ofrecer a este mundo, poco o nada que decir o hacer, que pueda justificar nuestra existencia como jesuitas’.

‘Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco queremos cometer la mayor de todas, la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos’.

Generar nuevas pedagogías

Es así que en un mundo en el que aumentan la pobreza y desigualdad, en un entorno en el que la mujer sigue sufriendo vergonzosas discriminaciones e indiferencia, en situaciones en las que la penuria, la guerra, la miseria, la falta de trabajo o el hambre obligan a hombres, mujeres, niños o familias enteras a emigrar y abandonar sus hogares, “nuestra Universidad no puede ser indiferente o paralizarse por miedo a no saber qué hacer”, enfatizó el Doctor Cuautle Quechol.

Por eso, todas y todos están llamados a acercarse con todo el corazón y con toda el alma a la sabiduría, a buscarla y a darla a conocer, para que desde esa sabiduría “podamos seguir ayudando a formar profesionales sensatos, competentes, sensibles e implicados con nuestro país y con el mundo”.

A los académicos y académicas, el Rector de la IBERO les dijo que hoy se tiene un gran desafío, el de generar nuevas pedagogías, el de remar contracorriente en esta realidad, el de hacer que los talentos propios exploren nuevos modos de ser universidad. “Y por eso tenemos ese compromiso de seguir cuidando de ella, para que siga cumpliendo su Misión, como obra propia de cada una y cada uno de nosotros, porque ustedes y nosotros, jesuitas y laicos, cada día le seguimos dando a ese espíritu que se inauguró desde la fundación de nuestra Universidad”.

“Cada día, con nuestras obras y con nuestras acciones, seguimos fundando nuestra Universidad, y eso no lo tenemos que echar de lado, tiene que estar en nuestro espíritu, tiene que estar en nuestra vida, tiene que estar en nuestro corazón, tiene que estar en el aula, tiene que estar en el pasillo, tiene que estar en cada uno de los espacios de nuestra Universidad”.

Es así que al Padre Cuautle aseveró que las y los estudiantes, docentes, investigadores y personal de la IBERO fundan cada día con su actuar, con su hablar y con su mirada, “a nuestra universidad. Esa es la misión que hoy tenemos todas y todos, de seguir agrandando la gran misión que tenemos como ignacianos en nuestra Universidad”.

Finalmente, comentó que San Ignacio de Loyola (fundador de la Compañía de Jesús) vivió en su vida tremendos quiebres, pero fue pasando de éstos cursando el camino nuevo y abriéndose a la esperanza. “Y es lo que hoy se nos invita a partir de la apertura del año ignaciano, lo que se nos propone es el mirar todas las cosas nuevas, para que mirándolas podamos ofrecer nuevas respuestas”.

Pidió entonces, el Rector, mirar nuestra riqueza interior, mirar nuestros talentos, esos dones que Dios nos ha confiado, y aprender que la sabiduría no es un conjunto de teorías, tampoco son postulados, sino la respuesta a la pregunta, con esto que me has dado, Señor, ¿qué quieres que yo haga, aquí y en estas circunstancias?, como alumno, profesor, investigador, administrativo y como jesuita.

“Que Dios nos conceda la gracia de ser grandes en el soñar y concretos en el actuar, para que así podamos hacer real las palabras que llevamos grabadas en el corazón cuando empezamos a andar esta experiencia honda y profunda ignaciana que nos dejó San Ignacio; en todo, en todo, amar y servir. Que así sea”, concluyó al final de su homilía al Padre Saúl.

Misa

La Misa de reencuentro y fraternidad tuvo como propósitos: el reencuentro presencial de la comunidad universitaria IBERO, la memoria de los seres queridos que fallecieron a causa de la COVID-19, darle gracias a Dios por la vida y pedirle que desde cada uno de los puestos de trabajo en la Universidad se siga contribuyendo con el proyecto académico de la IBERO para la sociedad mexicana.

El Padre Saúl Cuautle fue acompañado en la celebración de la eucaristía por sus hermanos jesuitas: Fernando de la Fuente, Mariano Torres, Juan Carlos Henríquez, Carlos Espinosa, Gerardo Cortés, Héctor Estrella, el Padre Eduardo, Daniel Stevens (enviado por el Provincial y que se integró a la IBERO) y José Méndez (invitado especial, en representación del Provincial en México, Padre Luis Gerardo Moro Madrid).

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PEDRO RENDÓN/ICM