Investigan en IBERO si Sobrepeso Infantil Detona Aumento de Grasa Pancreática en Adolescentes
Mi proyecto profesionalizante se centra en una problemática actual poco estudiada: el páncreas graso no alcohólico (NAFPD por sus siglas en inglés). Consiste en una enfermedad caracterizada por la acumulación de grasa en el páncreas que supera los niveles normales y esto puede llevar a alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina o la diabetes tipo 2. En comparación con el hígado graso, es una condición que ha sido poco explorada, sobre todo en la población pediátrica.
El estudio que desarrollé junto con la Dra. Alejandra Cantoral, docente del Departamento de Salud de la IBERO, tuvo como objetivo evaluar si las trayectorias de crecimiento, específicamente del índice de masa corporal (IMC) durante la infancia se relacionan con el porcentaje de grasa pancreática en la adolescencia, utilizando a una muestra piloto de niños de la cohorte de nacimiento del estudio PROGRESS, un estudio longitudinal en la Ciudad de México.
Crecimiento infantil y riesgo metabólico
Utilizamos registros del IMC de los niños desde los 2 hasta los 14 años de edad para clasificar a los participantes en 3 trayectorias: 1) IMC dentro del rango recomendado, 2) Sobrepeso persistente desde la infancia, y 3) Transición abrupta a sobrepeso en la preadolescencia. La grasa pancreática se cuantificó mediante resonancia magnética.
Los resultados preliminares sugieren que quienes presentaron sobrepeso persistente o un aumento abrupto del IMC durante la preadolescencia, acumularon más grasa pancreática en la adolescencia, especialmente las niñas.
Este trabajo es un primer paso para comprender cómo los patrones de crecimiento infantil pueden predisponer a condiciones metabólicas más complejas en distintas etapas de la vida. Su principal aporte es abrir las puertas a nuevas líneas de investigación sobre el NAFPD, e invitar a incorporar estrategias de prevención para esta condición a nivel de salud pública.
Tenemos en el horizonte ampliar la muestra y considerar factores adicionales como el sedentarismo, los hábitos alimentarios, las hormonas sexuales y la predisposición genética para ver qué rol juegan en el desarrollo de la enfermedad.
Texto: Ana Gálvez Alemán, estudiante de Nutrición y Ciencia de los Alimentos 6to semestre y portavoz de la Sociedad de Alumnos Nutriendo Cambios / Foto: Pexels.
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