Y tú, ¿qué tanta paz estás sembrando hoy?
Tres cruces de madera irrumpen entre el paisaje arbolado. Hay apenas dos arreglos florales depositados en la tierra. Si nos acercamos, podemos leer tres nombres: Joaquín César Mora Salazar, S. J., Javier Campos Morales, S. J., y Pedro Heliodoro Palma Gutiérrez. Sí, son ellos, a quienes hace más de dos meses la violencia les arrebató la vida en Cerocahui, Chihuahua.
El 20 de agosto, una treintena de personas —entre religiosas, sacerdotes y comunidad—llegaron al lugar donde dejaron los cuerpos de los sacerdotes jesuitas (Joaquín y Javier) y del guía de turistas (Pedro), quienes después de haber sido asesinados dentro de la iglesia de San Francisco Javier, fueron secuestrados. Sí, en México también se rapta a los muertos.
El paso entre Creel y la Estación Divisadero en el Parque Nacional Barrancas del Cobre tiene paisajes inigualables. Desde ahí se pueden mirar las Barrancas del Cobre, la Barranca de Tararecua y la Barranca de Urique. Fue en este corredor turístico donde los dejaron, y donde, en una lucha por no olvidar —porque la memoria es una forma de hacer justicia—, se hizo una ceremonia y se colocaron las cruces de madera.
Y es que el dolor y el clamor de justicia siguen flotando en el aire de la sierra Tarahumara. Desde allá, viene corriendo la indignación como lo hacen los velocistas rarámuri que parecen tener alas en los pies…
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Cierra los ojos por un momento y piensa en quienes han partido a causa de la violencia. En los últimos cuatro años, más de 120 mil personas han perdido la vida. Bueno, sin eufemismos, han sido asesinadas en nuestro país. Los sacerdotes Javier y Joaquín se suman a esta lista de la indignación. Es por ellos, por todas y todos los muertos, por los desaparecidos y desaparecidas, que hoy como comunidad perteneciente a la Compañía de Jesús realizamos la Jornada Universitaria por la Paz con Justicia en México.
Alrededor de las 12:30, quienes integramos a la IBERO nos dimos cita en la explanada central para iniciar con esta jornada de actividades y reflexión. Bajo el lema de Sembremos justicia y cosechemos paz, nos reunimos para celebrar la vida, memoria y recuerdo de quienes han sido asesinados. Pero también nos juntamos para que nuestra indignación tenga un cauce de esperanza, porque sólo si nos movemos, avanzamos en la justicia.
Sabemos que las autoridades por sí solas no pueden cambiar la realidad; y nos queda claro que combatir la violencia y construir la paz nos compete a todos y todas. Por eso, la Dra. Mariana Dobernig, directora general del Medio Universitario nos llamó a reflexionar sobre cómo construimos la paz desde nuestra realidad. Por su parte, el Padre Eduardo Silva, quien conoció muy de cerca a Joaquín y Javier en la Misión de la Tarahumara, dijo que nosotros podemos aportar a la paz con nuestro “granito de arena”.
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El doblar de las campanas acompaña a un silencio que antes era murmullo. Es una pausa no sólo para recordar a nuestros muertos y muertas —sí, cada mexicano y mexicana asesinado es de todos y todas— sino un momento para pensar y reflexionar sobre qué podemos hacer para construir la paz en lo cotidiano, como bien nos cuestionó el Padre Pepe Sánchez.
Mientras estamos en eso, algunos estudiantes colocan frente a las letras IBERO alrededor de 130 suculentas en las escalinatas principales de nuestra casa. Uno a uno, una a una, pasan, perfilan y colocan cada una de ellas. Las campanas siguen doblando hasta que de repente callan. Al mismo tiempo, la última de estas plantas es dejada para formar la palabra paz.
Un suave viento golpea el rostro de las y los asistentes. Ha sido una mañana fría, pero durante la Jornada Universitaria por la Paz con Justicia en México, el sol se da tiempo de salir. Pepe Sánchez es certero al decir que la violencia ha llegado a límites intolerables y que el sentimiento de impotencia es inevitable, pues parece que nada podemos hacer ante una realidad que se nos impone.
Sin embargo, este día es de esperanza. Si queremos la paz debemos ir por ella. Y entonces enumeró lo que podemos hacer: reconciliarnos con nuestros seres queridos; no discriminar; respetar las opiniones y a los otros, otras, otres; valorar y potenciar las diferencias enriquecedoras; proteger al medio ambiente; cuidar y cultivar nuestro planeta; decir: ¡basta ya!, ante la injusticia, la corrupción, la impunidad y la violación a los derechos humanos; y defender la vida humana en todas sus formas. “Tenemos el derecho a vivir”, expresó.
Y fue más allá: “Necesitamos personas nuevas, comportamientos nuevos, necesitamos nuevas ciudadanas y ciudadanos”. Apuntó que debemos hacernos responsables de nuestro país, y que la paz es una lucha de esfuerzo individual y colectivo, de largo aliento, de paciencia y resiliencia. “Somos nosotros quienes hemos de construir un México distinto”.
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Las tres cruces que se colocaron en la Tarahumara son por Joaquín, Javier y Pedro, pero también por cada uno de los más de 120 mil muertos y muertas que lamentablemente registramos en el país. Por ello, esta Jornada no se agota hoy. Debemos apropiarnos de ella, hacer el cambio desde las pequeñas acciones que día a día realizamos. Te invitamos a hacerte la pregunta: ¿Qué tanta paz estoy sembrando hoy?
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Iván Cabrera
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