La incertidumbre y frustración generadas por el duro proceso de movilidad alteran la salud mental de las personas migrantes y sus familias, lo que afecta una o más áreas al mismo tiempo: física, social, relacional, mental y cognitiva. Ante ello, se debe poner énfasis en la salud mental al fortalecer tanto los servicios integrales para estos sectores como la protección a sus derechos humanos.

Así lo explica el apartado Consecuencias por la movilidad humana en migrantes: ¿Qué hacer para atender su salud mental y emocional?, parte del Posicionamiento sobre el contexto migratorio en México 2022, suscrito por académicas y académicos de la Universidad Iberoamericana y presentado en este mes de abril.

Durante su traslado, las personas migrantes pueden ser sometidas a diversas situaciones complejas, incluyendo abusos, amenazas, temores, limitaciones y carencias, explica el documento. Ser migrante conlleva afrontar una serie de estresores crónicos, múltiples y constantes, lo que acaba por resquebrajar su bienestar psicológico, lo que se expresa en miedo, dudas, confusión, incertidumbre y dolor emocional, entre otras respuestas.

Las personas migrantes pueden caer en un fenómeno psicológico que actúa como mecanismo de defensa, conocido como indefensión aprendida, detalla el posicionamiento, que se expresa bajo el sentimiento de desesperanza; y este malestar puede ser alimentado por el miedo al fracaso del proyecto migratorio, la ausencia de oportunidades, la lucha por la supervivencia, la indefensión por carecer de derechos y los fuertes déficits en sus redes de apoyo social.

Si no pueden superar el estrés crónico y los múltiples duelos ocasionados por el proceso de movilidad, advierte la autora de este apartado del documento, la Dra. Angélica Ojeda García, menos podrán manejar el estrés normal de vida y trabajar de forma productiva. En el caso de México, aunque existen protocolos de atención a la y el migrante, no incluyen atención en salud mental.

El texto resalta la importancia de proporcionar servicios integrales, integrados y receptivos de salud mental en entornos comunitarios, de fácil acceso, diferenciados por edad y sexo. Así como “crear y expandir programas de desarrollo de la fuerza laboral, capacitación, pasantías, financiados por el Estado”, destinados a los sectores migrantes a cambio de cubrir sus necesidades básicas.

Propone también seguir el modelo de primeros auxilios psicológicos (PAP) para poblaciones migrantes, parte de la Iniciativa en Salud de la Escuela de Salud Pública de Berkeley, que abarca asistencia a nivel preventivo, “basada en una valoración inicial de necesidades específicas y con la finalidad de fortalecer recursos de afrontamiento, habilidades cognitivas y relacionales”.

Texto: Yazmín Mendoza

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