Académica explica el impacto del COVID-19 en la seguridad alimentaria

Mar, 13 Oct 2020
La Dra. Sonia Hernández Cordero afirma que la pandemia afectará particularmente en la alimentación, nutrición y salud de los grupos vulnerables
  • Dra. Sonia Hernández Cordero, académica del Departamento de Salud de la IBERO.

Tanto a nivel global como en el ámbito nacional, la pandemia del COVID-19  ha tenido un impacto en muchos rubros; aumento en el desempleo, que a su vez genera un incremento de la pobreza, inseguridad alimentaria, así como efectos negativos en la salud física y mental de las personas, señaló la Dra. Sonia Hernández Cordero, académica del Departamento de Salud de la IBERO.

Durante su participación en el ciclo Conversar para inspirar. Los impactos sociales, económicos y medioambientales del COVID-19 en la alimentación, con dos viernes más de pláticas (16 y 23 de octubre), la académica destacó que la crisis sanitaria afectará particularmente en la alimentación, nutrición y salud de los grupos vulnerables.

Al respecto, explicó que los sectores con menores ingresos (que no tienen los suficientes medios para estar en confinamiento, no pueden salir a trabajar o comprar suficientes víveres), quienes se emplean en el sector informal, aquellos que perdieron sus empleos, así como niños pequeños, mujeres embarazadas y lactando, tienen el riesgo de que el acceso a alimentos disminuya y adquieran los de menor calidad nutricional.

La pandemia por COVID-19, dijo, aumentará la inequidad social y de salud en el país; un aumento en la pobreza y, a su vez, en la inseguridad alimentaria, ya que las personas de poblaciones vulnerables no tendrán acceso a comida saludable; lo que con el tiempo tendrá repercusiones en la salud.

Esto significa que, además de haber un impacto en la cantidad de alimentos que ingieren, también disminuye la calidad de los mismos. Además, hay un riesgo en el consumo de aquellos con alto contenido calórico y grasas saturadas.

De acuerdo con Hernández Cordero, la inseguridad alimentaria incrementará el consumo de estos alimentos en hogares con menores ingresos. Mientras que, en contextos donde hay más oportunidad de comprar productos, éstos se adquieren para ser almacenados por largo tiempo.

La investigadora también mencionó que las repercusiones a la salud mental pueden provocar cambios en las conductas alimenticias. Es decir, comer por ansiedad y estrés, así como un incremento en la ingesta de comida con alto contenido calórico.  

En ese sentido, la especialista hizo un llamado a no desaparecer programas o acciones encaminadas a apoyar a las familias con menores ingresos; así como la generación de políticas enfocadas en poblaciones vulnerables: el sector informal, personas desempleadas, hogares con mujeres embarazadas y lactando. Es decir, que estén focalizadas a estos sectores porque serán los más afectados.

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