Alumno va a programa de liderazgo y encuentra libertad en autoconocimiento

Vie, 11 Dic 2020
Daniel Pietrini tomó parte en la ‘XI edición del Programa de Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina’
En las montañas de Cantabria, España, este exitoso atleta universitario halló la brújula que buscaba
  • Daniel Pietrini Sánchez, estudiante de la IBERO (a la derecha, con corbata verde).
  • Daniel fue uno de los 20 universitarios(as) que participaron en la ‘XI edición del Programa de Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina’.
  • Las y los jóvenes participanes son oriundos de 13 países de Latinoamérica.
  • En las montañas de Cantabria, España, el exitoso atleta de la IBERO halló la brújula que buscaba

Daniel Pietrini Sánchez, alumno de Ingeniería Biomédica, siempre quiso ser aquel estudiante de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México que la Fundación Botín invita cada año a participar en su Programa de Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, pues sabía de antemano que a quienes toman parte en éste se les brindan experiencias y herramientas que pueden convertirles en personas que logren cambios positivos en la sociedad.

De la misma manera en que le ocurriera entre prueba y prueba del decatlón, deporte en el que representó a la IBERO en diversos campeonatos universitarios nacionales y en los que muchas veces fue laureado, Daniel tuvo que esperar su inclusión al programa, y fue, hasta el último semestre de su carrera, que su meta se cumplió, durante las cinco semanas comprendidas entre el 26 de octubre y el 3 de diciembre de este 2020.

Pero no fueron las clases en línea en México y en España (por primera vez realizadas en esta modalidad debido al COVID-19), ni siquiera el místico peregrinar por el Camino de Santiago, donde Pietrini descubrió lo que no sabía que buscaba, sino que fue al llegar al Valle del Nansa, en Cantabria, donde con las montañas como telón de fondo y testigos, tuvo un encuentro consigo mismo.

Ahí, inmerso en la naturaleza, es donde Daniel abrió los ojos para mirar lo que hay dentro de él. Y pese a estar a pie de montaña, no pretendía encumbrarse para que le aclamaran, y mucho menos para colgarse medallas o para ganar trofeos por levantar.

Aunque la introspección no resultó agradable, sino más bien “dolió mucho”, le permitió conocer a un Daniel de cuya existencia no sabía, o del que  no tenía plena conciencia. Así lo relata él mismo: “Yo tenía una base poco sólida de confianza, que estaba sustentada en mis éxitos y podios en el decatlón, que mantenían mi autoestima. Pero al no poder entrenar atletismo, debido a la pandemia, me pregunté, qué es Daniel sin el deporte, qué es Daniel sin sus pequeños logros deportivos, e incluso, qué es Daniel sin las participaciones en la clase, la entrega de proyectos, las calificaciones”.

Profundizó en sí mismo en busca de una base sólida para su persona, y descubrió en él otras características y fortalezas intrínsecas que también conducen su actuar. Pero la mayor develación fue que “no todo lo que hagas depende de ti. Al final, todos necesitamos una red de apoyo que nos pueda complementar”.

“Así como una persona puede ser muy buena y mejor que tú detectando necesidades, otra persona puede ser muy buena y mejor que tú contactando personas, y si al final juntas sus talentos y los tuyos, potencias mucho todo lo que se puede llegar a hacer. Y si tú haces las cosas solo, quizá puedas aportar algo a alguien o un poco a todos, pero no harás grandes cambios”.

Esto lo aprendió en las actividades “tipo outdoor” que se llevaron a cabo en el Valle del Nansa. Se trataba de “pequeños rallies” que ponían a prueba a las y los 20 universitarios de 13 diferentes países (México, Chile, Argentina, República Dominicana, Venezuela, Honduras, El Salvador, entre otros), que tomaron parte en la XI edición del Programa de Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, quienes tuvieron que trabajar en equipo para alcanzar los objetivos que se les pedían.

En ese momento, Daniel se dio cuenta que uno solo no tiene todas las habilidades, que otra persona puede ser más creativa u otra más intuitiva para resolver las cosas. “Ese fue el primer momento de encuentro conmigo mismo, en el que pensé quién soy, para qué soy bueno, para qué estoy aquí, cuál es mi vocación. La llegada de estos cuestionamientos fue lo que más me marcó del programa, que despertó en mí esta confrontación interna, que es bastante dura, pero muy necesaria, porque al final uno lo que quiere es mejorar como persona”.

Fue así que Pietrini descubrió por él mismo, y que le confirmaron las y los demás estudiantes del programa, “que soy bueno logrando incluir a la gente, caminando de lado y no adelante”. Por eso afirma que su visión de liderazgo, su vocación, es acompañar a las personas, sin imposiciones, sin guiar, “simplemente acompañarlas en el camino, acompañarlas en sus necesidades, ayudarlas a desarrollarse por sí mismas”.

“En la Ingeniería Biomédica, mi carrera, esto se puede traducir en poner parte de los medios para que un ventilador funcione y pueda salvar una vida; en poner parte de los medios para construir un hospital y atender a más personas; en escuchar las necesidades de una comunidad y junto con ella hacer algo que la beneficie. Esta es la brújula que buscaba, que en parte he encontrado en el programa, y que me llena más que los logros personales y la gloria deportiva, saber que puedo servir a alguien, apoyarle en algo”.

Encontrar el camino

Ya decía Daniel Pietrini que su participación en la XI edición del Programa de Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina le llegó justo en un tiempo de cambio en su vida, empezando por la pandemia del COVID-19, al término de su carrera y en la que no está haciendo mucho deporte, “una etapa en la que no sabía hacia dónde iba, en la que todo era incierto”.

Es en este momento que el programa le ayudó a encontrar, no el fin último de su vida, pero sí a saber si la dirección que ha elegido es el camino correcto para él, y a entender que las decisiones que tome, si no le satisfacen o llenan, las puede cambiar, sin tener miedo a este cambio, a avanzar.

Por otra parte, al verse obligado a dejar de lado la práctica deportiva, que le permitía tener siempre un objetivo claro, “tuve que encontrar una fuerza interna más profunda que la inmediata que me da hacer ejercicio y producir endorfinas, tuve que buscar algo dentro de mí que pudiera impulsarme y darme un objetivo más grande y que no fuera yo mismo”.

Esa fuerza interna le vino del autoconocimiento, de reconocer sus debilidades, saber cuáles puede eliminar y aceptar las que no puede cambiar; de conocer sus fortalezas, de que otros y otras le dijeran qué virtudes le ven y que él no había visto en sí mismo; de cuestionarse cómo creía que es y cómo es realmente.

“Cuando más o menos pude entender dónde estoy parado, cómo soy y cómo reacciono ante ciertas cosas, me quité un gran peso de encima,  me quité las etiquetas que llevaba puestas, las que me puse a mí mismo, y me sentí libre, con la posibilidad de elegir libremente, de actuar libremente, de ver las cosas en perspectiva. Y comprendí que el lema de la IBERO, La verdad nos hará libres, nos enseña que, si conoces la verdad, empezando por la de ti mismo, eres más libre de hacer muchas más cosas”.

El programa también ayudó a Daniel “a salir un poco de mi realidad, a poder ver a través de los ojos de las y los demás”, como le sucedió al conocer estudiantes de Venezuela y de Chile que están viviendo momentos difíciles en sus países. Y al ampliar sus horizontes, Pietrini se dio cuenta que cada persona puede ayudar a tener una mejor comunidad, un mejor país. Y que la fuerza interna de cada cual “también viene de la comunidad”.

Para salir de sí mismo y reencontrarse con él, Daniel debió alejarse momentáneamente del deporte, su hobby, su pasión; y también salir de México, para realizar, como parte del programa de la Fundación Botín, un viaje por Madrid, Santander, Galicia y Cantabria que, pese a lo breve, “fue una experiencia trascendental en mi vida, porque me hizo crecer en cosas que me faltaba y me tocaba crecer, y avanzar en cosas que me tocaba avanzar, lo que al final me trajo mucha felicidad”.

Y ahora, ya en la República mexicana, Daniel comenta: “Regresé a mi país con muchísimas ganas y un fuego interno renovado para poner al servicio todo lo aprendido durante el programa; los conocimientos adquiridos de las grandes personas que conocí, las herramientas prácticas y las experiencias que me brindó el programa, para aportar mi gota de agua personal en este gran océano que es México”.

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PEDRO RENDÓN/ICM

Fotos/Cortesía de Daniel Pietrini

 

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