#Opinión. La pintura en la pared: Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales
Por Aquilino Florencio Mejía, egresado de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, y Luz María Moreno Medrano, directora del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la IBERO (INIDE)
“Ayotzinapa siempre, siempre tan sonriente, pero sabes del dolor y por siempre tú serás, la maestra del saber”,
(fragmento del himno de la Normal de Ayotzinapa)
El libro La Pintura en la Pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales, escrito por Luis Hernández Navarro, pone en el centro del debate un tema pendiente en la agenda educativa en un momento político muy importante en México. Esta reseña es un intento de escribir a dos manos las reacciones al libro de Luis Hernández, desde la experiencia de un egresado de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa y una docente universitaria que también ha sido docente rural. Desde estos lugares de enunciación, el trabajo de Luis Hernández resuena desde geografías específicas con implicaciones ético-política y afectivas muy particulares, que además hacen eco en experiencias de muchas y muchos docentes rurales en el país que siguen trabajando con fuertes convicciones políticas y afectivas por sus comunidades, a pesar de la falta de apoyos desde el sistema.
Esta reseña está escrita a dos manos. Somos Aquilino Mejía y Luz María Moreno y tuvimos la oportunidad de comentar el libro de Luis Hernández Navarro en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México el 26 de octubre de 2023. Aquilino es egresado de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa y estudiante de la Maestría en Antropología Social en la Universidad Iberoamericana y Luz María Moreno es académica y directora del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) en la misma Universidad. Motivados por las ganas de invitar a más personas a leer este importante libro, decidimos unir nuestras perspectivas y experiencias para destacar el gran trabajo de Luis Hernández Navarro, quien logra dignificar el gran compromiso de maestros y maestras en nuestro país; quienes han visto en la educación una verdadera herramienta para la transformación y la justicia social.
Mi nombre es Aquilino Mejía y soy orgullosamente egresado de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, junto con otros hombres y mujeres provenientes de familias campesinas, empobrecidas, de origen indígena y con bajos recursos económicos. A pesar de la estigmatización que existe cuando somos llamados rebeldes, escandalosos, revoltosos, peligrosos comunistas, agitadores, degenerados, vándalos, fuentes del mal, violentos, transgresores de la ley, provocadores, grilleros, entre otros calificativos, somos y hemos sido estudiantes de excelencia y con una gran convicción de educar para transformar y de educar y aprender para el pueblo defender.
Aquilino Florencio Mejía, egresado de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, durante el panel 'A 10 años de Ayotzinapa' en la Universidad Iberoamericana. Foto: Elihú Cortés |
Somos estudiantes que han luchado por el respeto a la gratuidad de la educación, que hemos sufrido un sinfín de actos represivos por parte de las fuerzas del orden, así como encarcelamientos, persecuciones políticas y tortura. Hemos sido testigos del asesinato de Gabriel Echeverría de Jesús y Jorge Alexis Herrera Pino, asesinados en la autopista del sol, el 12 de diciembre de 2011, en Chilpancingo Guerrero y la desaparición forzada de los 43 Normalistas de Ayotzinapa, el 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala Guerrero.
La Escuela Normal de Ayotzinapa fue nuestra casa durante varios años y pertenece a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), fundada en 1935 en el Roque Guanajuato. Es parte de las diecisiete Normales Rurales, que van desde el Quinto, Sonora hasta Hecelchakán, Campeche. En la Normal de Ayotzi, como en otras normales, nos enseñaron que había que pelear para que la educación fuera gratuita y obligatoria porque todas y todos tenemos el derecho de acceder a una buena educación. Los movimientos sociales han sido una parte fundamental para lograr esta defensa de la educación como un derecho humano, sobre todo para los más olvidados de las sociedades: las poblaciones campesinas e indígenas. Las mujeres también han estado invisibilizadas y han sido víctimas de estigmatización, diversas formas de violencia, persecuciones y encarcelamientos, así como agresiones sexuales y abusos; y aun en medio de eso, muchas de ellas han logrado llevar de frente la representación estudiantil de las Normales Rurales.
Este libro de Luis Hernández Navarro pone en el centro estas luchas de las y los normalistas a lo largo de la historia de México. La esencia del normalismo rural reside también en la función de los internados: los dormitorios, el comedor, los campos de cultivo y deportivos, las bibliotecas, los talleres fueron parte esencial de nuestra vida como estudiantes normalistas.
Mural de José Hernández Delgadillo en la Normal Rural de San Marcos, en Aguascalientes. Imagen tomada de X/@lhan55 |
Nuestra educación se rige por cinco ejes. El primero, el eje académico, busca el cumplimiento de los planes y programas de estudio de las licenciaturas impartidas en cada una de las normales. El segundo eje es el módulo de producción, que consiste en el cuidado de la flora y fauna dentro de las instituciones como parte del cuidado de la naturaleza, así como la crianza y el cultivo de tierras, para ser un profesional integral y no solo enfocarse en el aula. El tercero es el eje cultural, que va de la mano con la formación integral, pues un profesor rural debe estar capacitado para entender el contexto en que se lleva a cabo la formación docente respetando las diversidades de culturas. El cuarto es el eje deportivo para asegurar el bienestar físico y emocional en las niñas y niños. Por último, encontramos el eje político, que en lo personal considero fundamental en el progreso, sostenimiento, formación política, seguimiento y la vinculación tanto con organizaciones sociales como el fortalecimiento de cuadros activistas para la continuidad de la organización estudiantil a nivel interno y a nivel nacional. Es una apuesta por la continuidad de la gratuidad de la educación y para construir el espacio para que las nuevas generaciones puedan estudiar asegurando que las Normales Rurales sean y sigan siendo opciones para los más excluidos y desfavorecidos.
Como se hace notar en este libro que nos regala Luis Hernández, los murales representan la identidad de las y los normalistas rurales; guardan en ellos historias de represiones, desalojos, muertes, injusticias, pobreza del estudiantado y campesinado, y al mismo tiempo, representan también la esperanza de nuevas formas de gobierno y autonomías. Además de la resistencia para la conformación de una patria nueva y representa la voz de las personas olvidadas, excluidas, marginadas y muchas de ellas asesinadas por un mejor país.
La formación de cuadros en las Normales Rurales es la columna vertebral de la organización estudiantil y la conciencia para mantener de pie a las escuelas con respecto a la organización estudiantil y el respeto a la misma. La formación de cuadros es una formación política llevada a cabo dentro de las escuelas, con la finalidad de no ser ajenos a los problemas sociales de cualquier tipo, la formación está inspirada en los ideales de profesores como Lucio Cabañas Barrientos, Misael Núñez Acosta, Arturo Gámiz, Genaro Vázquez Rojas, Othón Salazar, Carmelo Cortés.
"Los murales representan la identidad de las y los normalistas rurales; guardan en ellos historias de represiones, desalojos, muertes, injusticias, pobreza del estudiantado y campesinado, y al mismo tiempo, representan también la esperanza de nuevas formas de gobierno y autonomías". En la imagen, la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa, tomada de la página web: https://www.cencos22oaxaca.org/ |
El perfil de un docente normalista rural es un agente de cambio y es un líder dentro de las comunidades en que laboran, hemos sido formados como gestores para atender las necesidades comunitarias, es decir, somos profesores con gran conciencia social que entienden y están al servicio del pueblo. Muchos de las y los normalistas rurales hemos desempeñado un papel importante ya sea como asesores de movimientos sociales y estudiantiles y líderes comunitarios, e incluso hemos desempeñado el papel de poetas, pintores, talabarteros y alguno que otro en el ámbito de la política. Somos profesores y profesoras con la convicción de llevar educación y atender a las niñas y niños de los lugares más apartados y de poco acceso a caminos y servicios básicos. Atendemos en su mayoría a pueblos rurales e indígenas, muchas y muchos profesores atienden escuelas unitarias, bidocentes y multigrado. Nuestra lucha no solo está dentro de las aulas, sino también, fuera de ella, con capacidad de convocatoria y organización.
Soy Luz María Moreno y escribo desde una posición de privilegio en la academia, con el corazón y el compromiso de trabajar en colaboración con las y los normalistas. He sido maestra rural en la Sierra Tarahumara y ahí tuve mi segundo nacimiento. Junto con Aquilino hemos compartido el gusto de leer el trabajo de investigación de Luis Hernández Navarro sobre las normales rurales y admiramos profundamente su claridad y posicionamiento con los derechos humanos y con las luchas sociales. Este libro no podía ser la excepción. La pintura en la pared permite poner sobre la mesa muchos temas pendientes en nuestra agenda social, que parecieran desdibujados frente a la polarización política que vivimos en México. En este libro se logra rescatar el propósito educativo de las normales rurales de una manera que permite reconocer y dignificar su trabajo como parte de una lucha social mucho más amplia. Las normales rurales surgen con un propósito de transformación social profunda en las comunidades más pobres del país, en un momento en que las desigualdades se habían naturalizado de tal forma que había “escuelas para los más pobres” y desde ahí había que buscar la transformación social.
Las normales rurales son producto de la Revolución Mexicana y tienen sus bases en la educación socialista de la década de 1920, alcanzando su etapa de mayor crecimiento en el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940). Después de ese momento, estos espacios educativos, que fueron creados para asegurar el acceso a la educación de los sectores más desfavorecidos, no han parado de luchar para mantenerse vivas, para mantener los internados y poder ofrecer casa y comida a su estudiantado a través de comedores y becas. Como se evidencia en el libro, los murales en cada una de las normales tienen un significado de lucha social y de formación ético-política. La pintura en la red es en sí misma un recurso pedagógico profundamente político.
Mural de José Coyazo Torres en el Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima. Foto tomada de la cuenta de Facebook de Mario Alfonso Chavéz Campos. |
A través de los relatos que durante muchos años fue recogiendo Luis Hernández, es posible dar cuenta de que la verdadera vocación educativa parte desde el deseo de formar comunidades que aprenden desde la práctica, que comparten pensamiento crítico, que cuidan y valoran lo propio y aprenden a convivir con lo ajeno, que aman el trabajo y más si se hace en comunidad y que buscan vivir de manera sustentable a pesar de las presiones de urbanización y la acumulación de capital. Pareciera que estas características son exclusivas de los entornos rurales, sin embargo, en el libro es posible ver cómo estas características son parte de movimientos obreros y de las periferias de las ciudades, en algunos casos dando pie a la formación de sindicatos de trabajadores.
Este libro permite traer a la luz los principios de la educación democrática; la que impulsa el análisis crítico de la realidad, de ese trinomio del ver-pensar-actuar que tanto escuchamos a través de la teología de la liberación y que ahora gracias a las teorías feministas sabemos que necesita de un reconocimiento del sentir y de la emoción, como propone el pueblo zapoteco desde la filosofía de la comunidad: desde el sentipensar. Este tipo de análisis de la realidad se acompaña del estudio de las teorías críticas y disruptivas de la época, acompañadas por el análisis de las desigualdades socioeconómicas que rodean el contexto. Muy al estilo del trabajo de Paulo Freire en Brasil, en donde la educación es un proceso de liberación a través del diálogo, a través del cuestionamiento de las opresiones que se viven de manera cotidiana.
El libro recupera y dignamente posiciona los nombres y ejemplos de vida de personas como la maestra María Salud Morales que mataron a pedradas durante la guerra cristera, a la maestra María Rodríguez Murillo, Genaro Vázquez, Raúl Isidro Burgos, Arturo Gámiz, Lucio Cabañas, Misael Núñez Acosta, César Navarro, Aristarco Aquino, Ezequiel Reyes Carrillo, Teodoro Palomino, entre muchos otros y otras que lograron formar a estudiantes y comunidades diversas alrededor no solo de ideas-fuerza, como la “comunalidad” Floriberto Diaz y Jaime Luna, sino a través de la organización. Estas ideas-fuerza son sin duda políticas, tienen una fuerza que invita a vivir sin ataduras y opresiones en un sistema que claramente no está siendo justo.
Hay muchas críticas de que la Nueva Escuela Mexicana, por ejemplo, es profundamente ideológica. Sin embargo, hay que reconocer que, aunque la educación nunca ha estado libre de ideologías, el problema surge cuando tratamos de disfrazarlas de conceptos técnicos y científicos bajo la creencia de que son neutrales ideológicamente. En este libro podemos dar cuenta de que toda la educación es política, porque tiene un llamado a liberar lo mejor de cada persona y de cada pueblo.
En el mural de la Normal de Jalisco aparecen las figuras del pintor José Clemente Orozco, el jurista Ignacio L. Vallarta y el educador Manuel López Cotilla. Foto tomada de udgtv.com |
Una educación democrática lleva inevitablemente a la organización social. Estos maestros formados en las normales rurales, como nos muestra Luis en los relatos de vida, saben organizarse de distintas formas para responder a lo que las necesidades comunitarias demandan: desde la siembra y la limpieza de los dormitorios, hasta la formación de sindicatos para pelear por salarios justos en las periferias de las ciudades. Es ese entramado de formación de conciencia social y política la que ha estado presente en esta formación, como lo comparte uno de los fundadores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, que nació justamente para tratar de democratizar el sindicato, la educación y el país, el maestro Ezequiel Reyes:
Con todo, el paquete no es problema de un hombre, o de una escuela, o de un sistema educativo. El problema es la misma sociedad. Mientras ésta no se mueva hacia su propia libertad, no va a haber líder que la mueva, o escuela que lo haga. La masa es sabia, pero hay que hacerla consciente.
No somos muchos los egresados de las normales rurales –asegura–. Somos pocos en comparación con los que salen de las otras normales. La matrícula es muy reducida. De las rurales cada año salen unos cuantos cientos de maestros, mientras que las otras normales se reciben miles. Por eso llama tanto la atención el compromiso que traen (p.212).
Paulo Freire hablaba de la libertad como una pedagogía. Estas ideas resultaron sumamente incómodas y peligrosas para los sistemas económicos neoliberales y por eso han sido tan fuertemente reprimidas en diversos países de América Latina: en Brasil, por ejemplo, durante el gobierno de Bolsonaro, cerraron el Instituto Paulo y fue recuperado recientemente con el gobierno de Lula. Estos movimientos pendulares de la historia, y podemos verlo claramente con los vuelcos que han dado varios países en América Latina hacia gobiernos de ultraderecha, me permiten no perder la esperanza o como dice Gilberto Gil, “andar con fe”.
Es interesante dar cuenta cómo actualmente se usa poco el concepto de formación de conciencia, probablemente porque ahora vemos el aprendizaje de manera más compleja y corporeizada. Sin embargo, no puede negarse que también ese concepto tiene una fuerte carga marxista que provoca resistencia en muchos sectores. Y como dice el maestro Ezequiel en un testimonio en el libro “ahora el enfoque es una educación integral. Con eso quieren decir que le quitaron toda la práctica”.
Presentación del libro La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales, en la Escuela Normal Rural Gral. Plutarco Elías Calles (El Quinto). Foto: cortesía del Gobierno de Sonora |
El propósito social de nuestra educación contemporánea se pone en cuestionamiento leyendo este libro: saber que una de las grandes fortalezas de las y los estudiantes de las normales era su sentido de comunidad, alrededor del trabajo de la tierra y el cuidado mismo de sus espacios. Por ejemplo, los círculos de lectura, las tertulias culturales y los momentos de gozo y fiesta, no se ven ya tan fácilmente en nuestros modelos educativos actuales. Estos elementos vienen acompañados de corazones sencillos que saben compartir, aun en medio de condiciones precarizadas y cada vez más violentadas.
El libro tiene denuncias frontales, con nombres y apellidos de las personas, empresarios, líderes sindicales y los grupos policiacos y militares que han sido parte del hostigamiento a las normales rurales a lo largo de la historia. Como hidrocálida que soy, nunca había estado más orgullosa de las mujeres normalistas de mi estado en la Normal Rural de Cañada Honda, Aguascalientes. Leer cómo han puesto literalmente su cuerpo para defender que la policía no entre a tomar su escuela, me ha llenado de indignación y al mismo tiempo de esperanza, de saber que hay toda una fuerza de mujeres que apostamos por una educación verdadera y estamos dispuestas a luchar por ella. Y cito lo que las alumnas pintaron en su mural y que Luis nos comparte en su libro:
“No podemos tener una revolución que no involucre y no libere mujeres”. En otro mural, ejecutado sobre una pared blanca, el rostro de una mujer, trazado en líneas negras, exclama: “Dentro de este sistema las mujeres son doblemente esclavas. Para liberarse deben ser doblemente revolucionarias” (p.222).
Todos los testimonios demuestran un gran trabajo metodológico etnográfico desde el acompañamiento y la escucha.
Son las “escuelas de pobres para pobres” como lo describe Luis Hernández en su texto, en donde hay semillas reales de educación democrática, de educación popular, en donde a pesar de las múltiples violencias históricas que han experimentado, siguen al pie de lucha, poniendo el cuerpo al frente y presentando su vulnerabilidad como una fuerza que se hace desde la colectividad. No podemos dejar de denunciar el olvido al que siguen sometidas: desde la falta de presupuesto hasta la incertidumbre de su propio reconocimiento con las reformas actuales. Las normales rurales enfrentan una constante falta de voluntad y apoyo político. Sin embargo, como lo vimos en el caso de la Normal de Ayotzinapa sus estudiantes siguen teniendo un fuerte compromiso con su formación y la transformación de un México más justo, pacífico y libre para todas y todos. No quiero dejar de recordarnos que aun nos hacen falta 43 y que son de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.
*Texto publicado originalmente en: Florencio M. A. y Moreno M. L. (2024). Vista de La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales, de Luis Hernández Navarro | Revista Iberoamericana de Educación Rural | Vol. 2 (Núm. 4), sept. de 2024 a mar. 2025 | https://riber.ibero.mx/index.php/riber/article/view/104/170
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