Opinión | 'Ya se la saben': ¿de dónde viene nuestra naturaleza violenta?

Vie, 28 Feb 2025
El Dr. Oscar Galicia, especialista, subraya que es urgente generar programas institucionales de atención a la salud mental
  • Enfrentamos una profunda descomposición social, en donde algunas personas ejercen violencia extrema en interacciones comunes y cotidianas asociada a un grave problema de salud mental no atendido en ellas y en su entorno familiar. (Ilustración generada con Chat GPT).

*Dr. Oscar Galicia Castillo, jefe del laboratorio de Neurociencias del Departamento de Psicología

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Recientemente, la opinión pública de nuestro país se ha conmocionado por una serie de eventos mediáticos que se han caracterizado por  su naturaleza violenta, acompañado por un comportamiento antiético y falto de empatía por parte de los involucrados. Desde violencia en las escuelas, extorsiones, falsas acusaciones de violación, violencia física en estadios, violaciones o violencia contra las mujeres, estas expresiones antisociales lamentablemente no son nuevas  y tampoco serán las últimas.

En el siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau sostenía que el ser humano tenía una naturaleza pura y bondadosa, pero su interacción con una sociedad injusta lo corrompía, de tal forma que las personas de manera natural actuarían con compasión y cooperación, pero la civilización introduce en ellos la sensación de desigualdad, egoísmo y violencia. Por otro lado, Thomas Hobbes, defendía que el ser humano en su estado natural era egoísta y violento, guiado principalmente por su instinto de supervivencia. Para  Hobes, la vida sin orden social sería solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta. Es por ello que justificaba que el estado impusiera reglas para contener nuestra natural tendencia al conflicto.

Los seres humanos no somos ni buenos ni malos por naturaleza, constantemente ignoramos que somos también resultado de un proceso evolutivo en el que, como primates, tendemos a defender y cuidar a un grupo pequeño relacionado genéticamente con nosotros. Sin embargo, el incremento de nuestra capacidad mental llevó a la conformación de grupos sociales más grandes donde fue necesario resolver nuevos problemas y conflictos producto de la interacción. 

Todos los seres humanos somos agresivos, la agresión es una conducta innata de carácter adaptativo, que  ha permitido a nuestra especie y al resto del Phylum, sobrevivir en medios ambientes hostiles, competitivos  o poco favorables. De igual forma, la correcta expresión de la conducta agresiva permite una adecuada organización social y grupal de diferentes especies. La conducta agresiva no necesariamente tiene como objetivo dañar o lastimar al otro, por el contrario, su correcta expresión disminuye de manera notable las confrontaciones de tipo violentas.

La violencia es una forma de conducta agresiva cuyo objetivo es el daño del otro. Su finalidad es la destrucción, la vejación, la lesión, el aislamiento y/o cualquier tipo de daño o malestar que de manera intencionada dirigimos hacia otro organismo o grupo. La violencia en las sociedades humanas generalmente constituye en sí misma un evento jurídico, penado por las leyes de cada estado o forma de  organización humana, que forza a su población a una convivencia que excluya la violencia de sus interacciones.

La violencia no surge mágicamente, ni es producto de un virus que se propaga en el corazón de las personas y los vuelve malvados. La violencia es el síntoma de la descomposición social, la violencia no surgió, se cultivó, se desarrolló en el fértil campo de la pobreza, la falta de educación, la falta de movilidad social, la desigualdad jurídica y social, provocando fenómenos sociales que impactan en la integración adecuada de la persona, y se manifiestan a través de la descomposición familiar, la falta de salud mental, la negligencia parental etc.

La capacidad para resolver los conflictos sociales se aprende a través de la exposición a las normas sociales y morales durante nuestro desarrollo, principalmente a través del núcleo familiar, el entorno social inmediato y en menor medida la escuela. La exposición a un entorno familiar donde la principal estrategia de resolución de problemas es la agresión o la violencia, donde las experiencias emocionales significativas se encuentren relacionadas principalmente con el miedo, el enojo, la frustración o la humillación, donde no se observen  ejemplos de comportamiento justo, ético, moral y en donde  no se  cultiva el control de sí mismo y la responsabilidad por la propia conducta, se aumenta peligrosamente la probabilidad de desarrollar un comportamiento cuya principal estrategia de afrontamiento sea la violencia.

Actualmente, no se ha reconocido que una gran parte de la violencia que experimentamos no deriva exclusivamente de complejas organizaciones criminales sino de una profunda descomposición social, en donde algunas personas ejercen violencia extrema en interacciones comunes y cotidianas asociada a un grave problema de salud mental no atendido en ellas y en su entorno familiar.

Es urgente generar programas institucionales de atención a la salud mental en asociación con los mecanismos jurídicos y de apoyo social para atender la enorme demanda de atención en salud mental individual y familiar.

 

Notas de interés

 

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