Aunque provenga de los años de 1970 el lenguaje para describir la transdisciplina, y ésta no sea en sí misma algo novedoso, sí se trata “del futuro de la docencia dentro y fuera de las aulas”, consideró el Dr. Luis Javier Cuesta Hernández, director de la División de Humanidades y Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

En el marco del Tercer Congreso Mundial de Transdisciplinariedad dijo que, frente a la enorme complejidad de los problemas sociales actuales, las instituciones educativas tienen el deber moral y ético de plantearse nuevas formas de enseñanza y de docencia que no se limiten al diálogo disciplinar, sino que, al contrario, diseñen maneras creativas de aportaciones epistemológicas transdisciplinares.

La transdisciplina, comentó, es la forma de docencia, transmisión de conocimiento e investigación colaborativa a la que deben aspirar los programas curriculares que tengan como objetivo la incidencia social en una comunidad específica, para beneficio de sus habitantes y del medio ambiente en general.

“Como una forma de practicar la docencia que sintetiza el conocimiento de un amplio rango de disciplinas, la transdisciplina tendrá, esperamos, el potencial de resolver problemas de la vida real, porque crea oportunidades para la aplicación práctica en ámbitos específicos y… de urgencia actual”.

Respecto al futuro de la docencia y los retos a los que se enfrenta la pedagogía mencionó que, en la Iberoamericana, universidad jesuita de la Ciudad de México, se están repensando desde distintas disciplinas los desafíos de desarrollo sustentable y las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, con incidencia en los problemas del mundo real y actual.

La desigualdad y su estudio

En su presentación de un Enfoque y currículo transdisciplinario en los estudios sobre desigualdad: una propuesta de programa académico’, el Dr. Irving Rosales Arredondo, director del Departamento de Economía, señaló que los enfoques transdisciplinarios son muy necesarios para estudiar el problema de la desigualdad y, sin embargo, son los enfoques que menos se han podido establecer.

Antes de hablar de la enunciada propuesta de programa académico (a nivel licenciatura) destacó, sobre la desigualdad, que Latinoamérica continúa siendo la región más desigual del mundo en términos de riqueza, ingresos y acceso a oportunidades, que en el ámbito global el 1% de la población más rica posee más del doble de riqueza que seis mil 900 millones de personas, que uno de cada cinco infantes no va a la escuela y que cada año cien millones de personas caen en pobreza extrema.

Aunque recientemente se han estado abriendo estudios de investigación sobre la desigualdad, aclaró que son pocos los que se hacen con un enfoque interdisciplinario y menos todavía los que tienen un enfoque transdisciplinario.

Lo que sí hay más o menos es un consenso acerca de las diferentes desigualdades (económica, educativa, laboral, social, cultural y demás), y pese a no requerirse que cada una se estudie de manera aislada e independiente, es necesario encontrar nuevas formas de abordar el problema complejo de la desigualdad.

Antes, los estudios se enfocaban en el análisis de la desigualdad en la distribución, brechas en el ingreso y en el acceso a bienes y servicios. Hoy se sabe que la desigualdad de oportunidades y capacidades es igual de importante, que el género, la escolaridad de los padres y la condición de las comunidades inciden sobre logros educativos, psicológicos, ocupacionales y económicos de las personas.

Por ejemplo, las mujeres enfrentan desigualdades en materia educativa y salarial, y existe evidencia de que en México y en otros países la pertenencia étnica y el tono de piel se vinculan con la desigualdad distributiva y la desigualdad de oportunidades.

Enfoque transdisciplinario en estudios sobre desigualdad

Establecido este punto de arranque, el doctor Rosales dijo que la propuesta de un programa de licenciatura con un enfoque transdisciplinario para estudiar la desigualdad pretende aprovechar la relación entre disciplinas para abordar con creatividad e innovación el problema de la desigualdad, que se caracteriza por su complejidad.

El programa (que está en desarrollo) buscará atender las situaciones de desigualdad y pobreza que provocan injusticia; contribuir a la formación integral del estudiantado desde diferentes campos de conocimiento, saberes y competencias; e incidir en las políticas públicas, comportamientos sociales y prácticas empresariales, para generar una transformación de la realidad. Esto implica la visión de que “es posible lograr la construcción de una sociedad más justa, solidaria, libre, incluyente y pacífica”.

Las dimensiones formativas del programa son cuatro. Una que es propiamente el programa, una formación profesional y social; y tres que son institucionales de la IBERO, una formación integral universitaria, una formación y acción-social universitaria y una transversalidad curricular.

Específicamente, la formación profesional y social es la determinación de contenidos y secuencia de aprendizajes, que articula los aprendizajes en el aula con el contexto social. “No se trata de conocimiento por el conocimiento, no se trata de quedarnos sólo en el salón de clases, sólo dentro de la universidad, sino que hay que salir de la universidad”.

Implica orientar al alumnado con responsabilidad y compromiso social, y buscar que tenga una comprensión amplia y sensible de un contexto particular y de los diferentes niveles de realidad. Es un ir y venir entre teoría y práctica, donde el aprendizaje se apoye en la definición de problemáticas y el desarrollo de proyectos vinculados con diferentes niveles de realidad, y estos proyectos vinculados incidan en esas realidades.

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PEDRO RENDÓN/ICM