Elena Poniatowska comparte con estudiantes IBERO anécdotas llenas de vida
Elena Poniatowska Amor nació en Francia en 1932 y más tarde estudió en un convento de monjas en Estados Unidos, pero el documento que obtuvo al terminar no le permitió estudiar medicina en la UNAM. Decepcionada, reconectó con su pasión de toda la vida: la escritura. Así que se aventuró a pedir trabajo en el diario Excélsior, y para ello presentó una entrevista que le había hecho al entonces embajador de Estados Unidos.
La periodista, escritora y pensadora mexicana sabe que ser una “niña bonita, una niña bien” fue lo que le abrió muchas puertas en ciertas clases sociales, sabe que fue privilegiada. Durante el conversatorio Crónicas de la realidad social en México: la voz privilegiada de Elena Poniatowska, llevado a cabo en la IBERO Ciudad de México, la también escritora y amiga suya, Marta Lamas, leyó un fragmento autobiográfico del libro El amante polaco, de Elena: “Siempre viví desprevenida. Así somos las hijas de familia, nos desenvolvemos sin información porque tenemos la vida resuelta de antemano”.
Pero Elena contó, desatando risas con su franqueza ante un auditorio lleno de jóvenes, que --como sus lectores saben— ella comenzó a interesarse por el México que no sale en las páginas de sociales, el de las personas en pobreza, “el mundo de las muchachas que lavaban en las azoteas de los edificios”. Como persona, lo que más le interesaba era la gente más distinta a ella.
El “desclasamiento” le permitió a Elena explorar otro México
Relató cómo el artista Alberto Beltrán, con quien comenzó a trabajar una sección para los domingos, le descubrió un mundo totalmente desconocido. El "desclasamiento" es un regalo del cielo, agregó Elena, porque es la posibilidad de ir hacia quien es totalmente distinto a lo que tú eres.
Los hospitales y las cárceles son lugares donde todos están deseosos de contar su prodigiosa vida de mentiras, o su prodigiosa vida de verdades, contó la periodista, quien acudió varias veces a Lecumberri, primero por invitación de un preso, Jesús Sánchez Ramírez, donde platicó con personas de la Crujía J, y más tarde entrevistó a líderes del Movimiento Estudiantil del 68.
También contó que un día oyó hablar a una lavandera en un techo; “estaba hablando con otra lavandera, y --le llamó la atención-- lo que ella decía, la fuerza con la que lo decía”. Le puso Jesusa Palancares en su libro Hasta no verte Jesús mío, pero ella en realidad se llamaba Josefina Bohórquez. Se le acercó y le dijo que quería irla a ver a su casa. Y después se dio cuenta de que para Josefina no sólo era importante contarle su vida, sino la amistad. “Esa relación fue de una fuerza y un cariño que sólo terminó con su muerte”.
Elena, la escritora y activista
Sobre el balance entre su vida personal y laboral, Elena arrancó más risas entre el público cuando confesó que lo encontró con una fórmula: “Acostumbré a mis hijos a dormir mucho; los acostaba muy temprano, les decía que tenían sueño aunque no tuvieran. Eso me permitía a mí ponerme a escribir”. Pero agregó que siempre estuvo presente.
Con su conocimiento de tres idiomas gracias a su origen y formación --francés, inglés y español--, reconoció que ha podido leer mucha variedad, como varias frutas de las que ha podido escoger. Pero para su creación literario y periodística escogió el español. “Fue una decisión total. Cuando llegué aquí a los 10 años, estuve en el Liceo Franco-Mexicano y sentí que mi idioma era el español, amé el español, el que oía en las azoteas y en las calles”.
Así como muchas de las y los estudiantes aprovecharon para decirle a Elena que ella es uno de sus grandes referentes literarios, Marta Lamas no perdió la oportunidad para decirle que, aunque ella no quiso la etiqueta de feminista, a la larga, su trabajo a favor de las mujeres ha sido muy importante. Por ejemplo, después del sismo de 1985, cuando llegaron muchos donativos para las costureras, designaron a la escritora como tesorera del Comité Feminista de Solidaridad, su primer puesto feminista, porque no dudaban de su integridad.
A su vez, Elena compartió que considera la disciplina y la autoexigencia como un modo de vida que da grandes resultados. “Si le pedí a Marta Lamas que me acompañara hoy es porque creo que su vida es un ejemplo de disciplina, de fuerza y de algo que, a lo mejor les va a sonar muy cursi, pero de una gran pureza”.
Para cuando se terminó la plática, aún quedaban muchas manos levantadas y muchos temas más que abordar, pero las y los asistentes se quedaron con la satisfacción de que compartieron una plática muy nutrida con una de las más reconocidas escritoras mexicanas.
El académico del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas René Torres-Ruiz fue el encargado de moderar este encuentro.
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Nota y Texto: Yazmín Mendoza
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