Opinión | El Papado del Regreso al Evangelio

Lun, 21 Abr 2025
Francisco fue el primer Papa jesuita de la historia, el primer americano y en particular latinoamericano
El Papa tuvo muchos gestos proféticos durante su pontificado porque su voz de anuncio y de denuncia ha sido valiente en un mundo a menudo injusto y en una Iglesia demasiado centrada en su pasado
  • Foto: Tomada de www.vaticannews.va

Por: Dr. José Sols Lucia, académico del Departamento de Ciencias Religiosas de la IBERO

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El Papa Francisco ha fallecido en Roma en la madrugada del Lunes de Pascua, cuando aquí, en México, todavía era Domingo de Resurrección. Este Papa lleno de Evangelio ha querido partir en su último viaje con Cristo resucitado y ha dejado para la historia doce años magníficos de papado abundantes en misericordia, cercanía, valentía, autenticidad y profetismo. Cuando todavía le quedaban fuerzas, ayer, Domingo de Pascua, en su última aparición ante las cámaras, le dijo al Vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, católico converso, que su país debía cambiar de política migratoria y sustituirla por otra más comprensiva con la realidad dramática de los inmigrantes. El Papa ha defendido a la humanidad, en particular a los más necesitados, hasta su último hálito.

El primer Papa jesuita de la historia, el primero americano y en particular latinoamericano, el argentino Jorge Mario Bergoglio, descendiente de inmigrantes italianos pobres, ha estado al frente de la Iglesia Católica, con cerca de 1.400 millones de fieles, durante doce años (2013-2025), tratando de liderar el cristianismo “en la caridad”, como a él le gustaba decir rememorando a los Padres de la Iglesia. Francisco se propuso continuar la obra del Papa San Juan XXIII, más aún que la de sus inmediatos predecesores. Tres rasgos han caracterizado su papado:

En primer lugar, un cambio en las formas. Francisco, desde la primera hora de su pontificado, cuando salió al balcón de la plaza de San Pedro, el 13 de marzo de 2013, se mostró sencillo y cercano. Pidió a la multitud que orara por él; se autodenominó “obispo de Roma”; más tarde insistió en pagar él personalmente su alojamiento en el Vaticano; durante meses contestó cartas de fieles que le escribían de todos los rincones del mundo; no quiso vivir en los aposentos privados de los papas, sino en la Casa de Santa Marta con otros cardenales y prelados que pasan por Roma; se negó a recibir honores monárquicos porque, decía, “no soy un príncipe del Renacimiento”. Su inspiración era el Evangelio de Jesús, quien no detentó ni gloria ni honores, sino que se acercó a los pequeños, pobres y marginados hasta el punto de morir crucificado, como hemos rememorado en estos días de Pascua. El acercamiento del Papa al Evangelio ha pasado por la figura de San Francisco de Asís, “il poverello”, de quien tomó su nombre de pontífice.

En segundo lugar, un cambio en el contenido del mensaje. El Concilio Vaticano II hizo una llamada a la colegialidad de los obispos, algo que se ha desarrollado bien durante estos sesenta años de posconcilio, y a la sinodalidad de la Iglesia, un proyecto que había quedado guardado en algún cajón de la Curia y que Francisco ha sacado y desempolvado. La Iglesia está actualmente en pleno proceso sinodal gracias al impulso del Papa Bergoglio, es decir, está repensando su organización interna de manera que todos los fieles participen más en ella, en particular, los laicos y las mujeres, tradicionalmente marginados en un sistema demasiado clerical. En el contenido de su mensaje, destacan también grandes textos publicados. Mencionemos cinco: 1) la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), que vino a ser la obertura de su pontificado; 2) la encíclica Laudato Si’ (2015), magnífico texto sobre la ecología integral, que no abarca solo las relaciones hombre-naturaleza, sino que hace frente a una crisis global (social, medioambiental, antropológica, espiritual) que requiere de una conversión integral, un nuevo modo de relacionarnos cada uno consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios; 3) la exhortación apostólica Amoris Laetitia (2016), magnífica reflexión sobre el amor en todas sus dimensiones; 4) la encíclica Fratelli Tutti (2020), en la que propone repensar las relaciones humanas cercanas y globales desde la fraternidad universal y la amistad social; y 5) Dilexit Nos (2024), una encíclica sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo, porque no hay transformación del mundo si no es desde una conversión del corazón. Tenemos que añadir que para América Latina en particular es especialmente significativa su exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia (2020).

Y en tercer lugar, un estilo profético. El Papa ha tenido muchos gestos proféticos durante su pontificado porque su voz de anuncio y de denuncia ha sido valiente en un mundo a menudo injusto y en una Iglesia demasiado centrada en su pasado. Destaco aquí uno de esos gestos: su homilía del 8 de julio de 2013 en la isla de Lampedusa, en el Mediterráneo, frente a la cual habían muerto ahogados decenas de inmigrantes procedentes de África, en la que protestó “contra la globalización de la indiferencia”. Su grito “Vergogna!” [“¡Qué vergüenza!”] todavía resuena en nuestra conciencia colectiva.

El legado del Papa Francisco es inmenso. Ojalá el siguiente pontífice recoja con valor la antorcha que deja encendida el Papa argentino y lleve la Iglesia Católica allí donde debe estar en este siglo XXI, en el corazón de la humanidad, sobre todo en los márgenes del sistema, donde malviven los “descartados”. Descanse en paz este Papa que se nos ha ido con Cristo resucitado.

 

El Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México hace un balance de la obra del Papa Francisco en 12 años de Pontificado, tras su muerte a los 88 años este 21 de abril. 

 

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